La Santa Cruz de los Milagros en Querétaro
José Félix Zavala
Que se mueve, que crece, que convierte pecadores. Se dice, se cuenta entre la gente de aquel tiempo y de este, cuando se refieren a la Santa Cruz de los Milagros, venerada en el Convento de los Crucíferos, mientras se dispersa el gentío de la Loma del Sangremal, barrio de la Cruz y San Francisquito, lugar donde el Señor del Trueno, Santiago el Mayor, el día en que Chichimecas y españoles pelearon, inclinara la balanza hacia los Caballeros que como él, blandían espada sobre corcel. También alargó el día, eclipsó al sol y resaltó una cruz, convirtiéndose así en patrono de un nuevo pueblo e incrementando su leyenda.
A San Cristóbal y a San Miguel Arcángel, se unió Santiago el Mayor, para iluminar la imaginación de los españoles del siglo XVl, que lo convirtieron en guerrero invencible, mientras los indios lo asociaron con el dios del rayo, del trueno y del relámpago.
Nace Querétaro y con esto los indios sincretizan un patrocinio no planeado por el vencedor, al exigir una réplica de la cruz aparecida junto a Santiago, el día de la batalla, para de allí en adelante hacer de ella un motivo para congregarse, que hasta la fecha conservan y ritualizan cada 14 de septiembre.
Ya dijera Fray Francisco Javier de Santa Gertrudis, al referirse a los antiguos pobladores de esta región, “era una nación, entre las bárbaras la más cerril e indómita, sin genero de sumisión” por ello exigieron se pusiese una cruz “ en forma” que durase para siempre.
Se envió al arquitecto Juan De La Cruz, al cerro que está enfrente del Sangremal “por donde tenia vertiente la laguna” y donde se encontrara en un apacible ajedrezado de blanco y rojo cinco piedras, que articuladas, dieron forma a la Santa Cruz de Los Milagros.
Dos siglos después, 16 testigos, juraron en toda forma su antigüedad, que data desde la conquista de Querétaro, ante el entonces obispo de Michoacán, Fray Marcos Ramírez del Prado.
Para que esto sucediera, ya habían gobernado a los otomíes: Etzaguindo, Piedra que sumba en el árbol, Eccenguy, Culebra de nubes, Ehmatzahnì, Jaguar, todos importantes señores, que conservaron su autonomía frente a los mexicas y purépechas.
Gobernaron a gente que “ vivía en orden, sin flojera, drogas, robo, asaltos, ni mentiras ". Tampoco había falsos testimonios, ni codicia, ni envidia, la gente se ajustaba a las reglas de la sociedad, prevalecía la justicia”.
Llegó la fe cristiana y con ella Conín, el indio tlaxcalteca, que al trueque de sayales, huipiles y enaguas, se hizo amigo de los Huachichiles de la Cañada de Pathé. También se amistó con el español Hernán Pérez de Bocanegra, quien lo “convenciera” de la necesidad de someterse pacíficamente a los conquistadores.
Con Conín fueron “convencidos” los habitantes de la Cañada y del valle de Maxei, dándose al alborear el 25 de julio de 1531, al filo de las seis de la mañana, un simulacro de batalla, entre gritos, sonido de clarines, retumbar de tambores y chocar de cuerpos. Batalla de antemano perdida por los Chichimecas, que en “venganza” formaron un nuevo dios que diera hegemonía a su raza hasta nuestros días.
De este hecho nace el pueblo de Querétaro y con él la leyenda de la Santa Cruz De Los Milagros, que crece, se mueve y convierte pecadores, pero sobre todo identifica con su culto a un pueblo que vencido permanece resistiendo a las faldas del Sangremal.
Santiago de Querétaro, nacido como pueblo de indios, se une con su nombre a cientos de pueblos americanos dejados bajo el patrocinio del apóstol guerrero, el dios de la guerra, degollado en el año 46 de la era cristiana.
Destacan por su fama las ciudades de Santiago de Cuba, Santiago de Chile, Santiago de Caracas, Santiago de Quito, Santiago de los Caballeros de Guatemala, La Antigua, entre muchas otras más.
Es en Santiago de Querétaro donde se realiza la quinta aparición del santo conquistador, dios del trueno y del relámpago, de las 14 apariciones que realiza en suelo americano, solo cuatro de ellas fueron en lo que ahora es el territorio mexicano, pero en ninguna de sus apariciones se opacan tanto como en esta de Querétaro, donde la cruz aparecida con él, se vuelve el signo unificador de los derrotados, de ella sale todo un motivo de unidad para resistir, para ganar perdiendo.
Esta cruz se mueve, cuentan sus apologéticos, que lo hace como los robles, formando una cruz para la fe española y hacia los cuatro puntos cardinales para la cosmogonía chichimeca.
Dicen que la primera vez fue cuando cantaba misa Fray José De Valderrábano, “ no quedó persona en el pueblo y su contorno que no viese la maravilla y aún muchos venían de muy distantes lugares”, este fenómeno se repetía los viernes, dicen.
Por 1680 y 1683, tiempo de la fundación del Colegio de Propaganda Fide, lugar donde crece el árbol de las cruces “ fueron los movimientos tan recios y repetidos que puso a todo el lugar en grande cuidado y conturbación...”.
Esta cruz crece, nadie hay por el rumbo del Sangremal, los barrios de la Cruz y San Francisquito, que no cuente como crece, como se recorta y como tiene vida la Santa Cruz de los Milagros, esa que vieron los indios cuando los españoles llegaron y que trajeran procesionalmente entre soldados, banderas y lagrimas, desde el cerro de “enfrente” hasta el Sangremal y sobre una enramada se le dijera la primera misa y después su culto se repartiera sigilosamente entre los adoratorios indios del contorno, para tenerla como a su nuevo dios.
Cuentan que en 1639, ocho testigos, a petición del Padre Provincial Franciscano, de San Pedro y San Pablo, la examinaron para ver si había causa natural de sus movimientos, la midieron y tenía cinco varas y media, dos varas y media fuera de la tierra y otras tantas dentro, pero que poco tiempo después habían notado que aumentó media vara.
También dicen que un anciano religioso que estuvo presente cuando la metieron a su actual camerino, una caja de plata, vidriera de artificio, reliquias y alhajas, regalo de Juan Caballero Y Osio, quedó cuatro dedos mas abajo del limite y que poco tiempo después ocupaba todo el nicho, de tal suerte que había crecido media vara más.
Esta cruz convierte pecadores, cuantos han entrado curiosos a su santuario, salen convertidos con solo ver con atención a la Santa Cruz de los Milagros, se dice. ,
Mientras consta y a nadie le es ajeno, ver subir de rodillas a señores indios desde la falda de la loma, la esquina actual de las calles de Zaragoza y Pasteur, ataviados de penachos, pectoral y maxtle e imitados por hombres, mujeres y niños, hasta la cima donde se encuentra la cruz, llegar a ella y experimentar una catarsis de la culpa, para salir llenos de alegría y danzar al ritmo del teponaxtle "Fuego" y retirarse convencidos del perdón.
Santiago de Querétaro, que debió llamarse Querétaro de la Santa Cruz de los Milagros, permanece bajo el patrocinio del caballero que vino de Levante, el compañero de armas de los conquistadores y quien fuera pintado por el Greco en España y esculpido por nuestro gran pintor queretano Mariano Arce.
Santiago El Mayor, cuyo nombre lleva nuestra ciudad, también fue rescatado por los indios como el dios del trueno y visto por ellos como un “caballero muy grande, vestido de blanco, en un caballo, con espada en la mano, haciendo tanto mal el caballo como el caballero con la espada”, es por ello que se le guarda respeto y se le recrea con una leyenda, pero aun así el pueblo se inclina hacia la cruz de piedra, mas cercana a la concepción de las deidades indígenas y permanentemente presente en la conciencia de los Chichimecas.
Así Santiago Apóstol, patrono de Querétaro, se viene a vivir con los españoles a las plazas “de arriba y de abajo”, se retrata en cantera sobre la fachada del templo del Convento Grande de San Francisco, queda en el escudo de armas de la ciudad, otorgado por el Rey Carlos V, pero la fiesta, el culto, la veneración, y la costumbre, se quedan en el Sangremal, con la Santa Cruz de los Milagros.
Querétaro dos patrocinios y uno solo verdadero, penetrante, que se comprueba cuando las multitudes ven desfilar la tarde del 13 de septiembre a los Concheros y danzar incansablemente hasta el día de la penitencia, 15 de septiembre, celebrando así la exaltación de la Santa Cruz, la fiesta de la recolección y dando el motivo buscado por los indios para recrear su costumbre en ritos y vejaciones, señal permanente de que no han sido definitivamente vencidos.
domingo, 7 de noviembre de 2010
Origen de las fiestas de Querétaro
El Rosario de Navidad
El Misterio de Los Leandros
Los Carros Bíblicos
José Félix Zavala
Pastores, pastores
Vamos a Belén
A ver a la Virgen
Y al Niño también.
Lo que se llamaba “Rosario de Navidad”, la tradición de representar en 24 carros alegóricos, pasajes de la Biblia y que al pasar los años se convertirán en las “Fiestas de Navidad” a cargo de lo que fue primero una Comisión y posteriormente, “El Patronato de Las Fiestas de Navidad”, da comienzo en Querétaro la noche del 24 de diciembre de 1828.
Sobre estos temas y sus orígenes ha corrido mucha tinta, pero la versión aquí presente sólo tiene la fuente del padre de la historia moderna de Querétaro, Valentín Frías y el trabajo de campo de un servidor por treinta años, más los recuerdos de mi infancia.
Viene al caso, que una ocasión estando el Maestro Eduardo Loarca Castillo y un servidor, en la bella sacristía del Oratorio de San Felipe Neri (Catedral), me señaló un grupo escultórico y me dijo “Ese es el Misterio de Los Leandros”.
La historia de esta obra de arte, además de anecdótica, tiene un interés sociológico, por representar la vida de los artistas y del modo de ser de los habitantes de esta ciudad de Querétaro, en un hecho curioso e importante.
Señala Valentín Frías que a él se la contó el escultor Diego Almaraz Guillén y son sus protagonistas, los indios del barrio de Santa Rosa o de Los Jauleros, Aniceto e Isidro Martínez, apodados Los Leandros debido a que varios de sus ascendientes llevaron ese nombre.
Aniceto e Isidro Martínez, “Los Leandros”, en 1846 mandaron a hacer este conjunto escultórico a Miguel Beltrán y el Niño Dios a José Arce, todo por la cantidad de 500 pesos.
Al poco tiempo se dividieron los hermanos y lo mismo hicieron con la obra de arte que habían mandado hacer, El Misterio conocido como de Los Leandros. Aniceto retuvo la imagen de la Virgen e Isidro la de Señor San José y el Niño.
Aniceto mandó hacer un nuevo San José, la cabeza copiada de uno propiedad de la Señora Especia ascendiente del Lic. Mateo Borja Torres las manos y los pies fueron hechos por Isidro Espinosa y el cuerpo por él mismo que era aficionado al arte. Aniceto murió en los últimos días de marzo de 1867.
Este es el Misterio más conocido de los dos y el que se usará para lo que hoy llamamos las fiestas decembrinas...
El otro hermano, Isidro mandó hacer la Virgen a Diego Almaraz y al niño, que estaba en estado de “rorro”, le hicieron los pies y las manos, este misterio quedó en poder de las religiosas clarisas exclaustradas que existían en Querétaro.
Es importante tener presente que lo que ahora llamamos el paso de Los Carros Alegóricos, que recorren las calles del centro de nuestra ciudad cada 24 de diciembre y van precedidos de un mes de festividades, tuvo como principio “El Desfile del Rosario de Navidad”, posteriormente se le llamó a este desfile las “Fiestas Navideñas”, que le dan tanta fama a Querétaro y preocupan tanto a las autoridades que son las que dan un valioso presupuesto para ellas.
En un principio fue una incipiente Comisión, luego se le denominó, “Patronato de Las Fiestas de Navidad” y después “Patronato de Las Fiestas de Querétaro”, pero en realidad su comisión más importante son Las Fiestas Decembrinas, llamadas en su inicio en 1828 como ya lo dije, “El Desfile del Rosario de Navidad”, realizado como hasta ahora, cada 24 de diciembre por la noche.
El desfile del Rosario de Navidad, lo cerraba en sus comienzos y antes de que existiera el Misterio de los Leandros, un Misterio propiedad del Lic. Sotelo, factura de Laureano Montañés.
Los esquilones de la Torre de San Francisco llamaban y reunían a la sociedad queretana en su conjunto, a las ocho de la noche. Habrían la marcha los tamborcillos de mano, enseguida un grupo de enanos y la historia bíblica ejemplificada en 24 carros, siendo el primero el de La Creación, luego el del Paraíso, La Peña de Orbe, La Cena de Baltasar, Judith y Holofernes, Josué manda parar el sol, Esther ante el rey Asuero, El Becerro de Oro, José y Sus Hermanos, etc.
Cerrando el desfile el carro de La Posada, con su negrito con todo y linterna y atrás iba el carro denominado “La Cabaña”, donde se presentaba el nacimiento del Niño Dios, entre la algarabía de la gente, los pastores y un conjunto de animales domésticos sobre él. Cerraba este desfile del Rosario de Navidad, el Misterio, cargado en andas, bellamente decorado.
Muchos años al comienzo de esta centenaria tradición queretana, las andas que llevarían El Misterio de Los Leandros al desfile del Rosario de navidad se decoraban en la casa de Francisco P. Meza y después las andas nuevas mucho más grandes y acompañadas del Ángel, los Pastores y los animales, ya no se pudo hacer dentro de una casa, por lo que se decoraban bellamente frente a la casa de Los Leandros.
Tras el Misterio seguían Los Reyes Magos, con lujoso trajes y montados a caballo, con una recua llevando los regalos de oro, incienso y botellas de vino, atrás un grupo de arrieros y mujeres vestidas de campesinas con sombrero ancho, entre silbidos, gritos, guajes de agua, haciendo tortillas y los hombres fumando y tomando.
Esperamos que el Patronato de las Fiestas de Querétaro siga siendo innovador constante, sin dejar el cimiento que dio origen a estas fiestas decembrinas, que tuvieron su origen en las posadas con su tradicional rosario, canto de las letanías, procesión y recreación, actos de devoción de todos los queretanos.
El Misterio de Los Leandros
Los Carros Bíblicos
José Félix Zavala
Pastores, pastores
Vamos a Belén
A ver a la Virgen
Y al Niño también.
Lo que se llamaba “Rosario de Navidad”, la tradición de representar en 24 carros alegóricos, pasajes de la Biblia y que al pasar los años se convertirán en las “Fiestas de Navidad” a cargo de lo que fue primero una Comisión y posteriormente, “El Patronato de Las Fiestas de Navidad”, da comienzo en Querétaro la noche del 24 de diciembre de 1828.
Sobre estos temas y sus orígenes ha corrido mucha tinta, pero la versión aquí presente sólo tiene la fuente del padre de la historia moderna de Querétaro, Valentín Frías y el trabajo de campo de un servidor por treinta años, más los recuerdos de mi infancia.
Viene al caso, que una ocasión estando el Maestro Eduardo Loarca Castillo y un servidor, en la bella sacristía del Oratorio de San Felipe Neri (Catedral), me señaló un grupo escultórico y me dijo “Ese es el Misterio de Los Leandros”.
La historia de esta obra de arte, además de anecdótica, tiene un interés sociológico, por representar la vida de los artistas y del modo de ser de los habitantes de esta ciudad de Querétaro, en un hecho curioso e importante.
Señala Valentín Frías que a él se la contó el escultor Diego Almaraz Guillén y son sus protagonistas, los indios del barrio de Santa Rosa o de Los Jauleros, Aniceto e Isidro Martínez, apodados Los Leandros debido a que varios de sus ascendientes llevaron ese nombre.
Aniceto e Isidro Martínez, “Los Leandros”, en 1846 mandaron a hacer este conjunto escultórico a Miguel Beltrán y el Niño Dios a José Arce, todo por la cantidad de 500 pesos.
Al poco tiempo se dividieron los hermanos y lo mismo hicieron con la obra de arte que habían mandado hacer, El Misterio conocido como de Los Leandros. Aniceto retuvo la imagen de la Virgen e Isidro la de Señor San José y el Niño.
Aniceto mandó hacer un nuevo San José, la cabeza copiada de uno propiedad de la Señora Especia ascendiente del Lic. Mateo Borja Torres las manos y los pies fueron hechos por Isidro Espinosa y el cuerpo por él mismo que era aficionado al arte. Aniceto murió en los últimos días de marzo de 1867.
Este es el Misterio más conocido de los dos y el que se usará para lo que hoy llamamos las fiestas decembrinas...
El otro hermano, Isidro mandó hacer la Virgen a Diego Almaraz y al niño, que estaba en estado de “rorro”, le hicieron los pies y las manos, este misterio quedó en poder de las religiosas clarisas exclaustradas que existían en Querétaro.
Es importante tener presente que lo que ahora llamamos el paso de Los Carros Alegóricos, que recorren las calles del centro de nuestra ciudad cada 24 de diciembre y van precedidos de un mes de festividades, tuvo como principio “El Desfile del Rosario de Navidad”, posteriormente se le llamó a este desfile las “Fiestas Navideñas”, que le dan tanta fama a Querétaro y preocupan tanto a las autoridades que son las que dan un valioso presupuesto para ellas.
En un principio fue una incipiente Comisión, luego se le denominó, “Patronato de Las Fiestas de Navidad” y después “Patronato de Las Fiestas de Querétaro”, pero en realidad su comisión más importante son Las Fiestas Decembrinas, llamadas en su inicio en 1828 como ya lo dije, “El Desfile del Rosario de Navidad”, realizado como hasta ahora, cada 24 de diciembre por la noche.
El desfile del Rosario de Navidad, lo cerraba en sus comienzos y antes de que existiera el Misterio de los Leandros, un Misterio propiedad del Lic. Sotelo, factura de Laureano Montañés.
Los esquilones de la Torre de San Francisco llamaban y reunían a la sociedad queretana en su conjunto, a las ocho de la noche. Habrían la marcha los tamborcillos de mano, enseguida un grupo de enanos y la historia bíblica ejemplificada en 24 carros, siendo el primero el de La Creación, luego el del Paraíso, La Peña de Orbe, La Cena de Baltasar, Judith y Holofernes, Josué manda parar el sol, Esther ante el rey Asuero, El Becerro de Oro, José y Sus Hermanos, etc.
Cerrando el desfile el carro de La Posada, con su negrito con todo y linterna y atrás iba el carro denominado “La Cabaña”, donde se presentaba el nacimiento del Niño Dios, entre la algarabía de la gente, los pastores y un conjunto de animales domésticos sobre él. Cerraba este desfile del Rosario de Navidad, el Misterio, cargado en andas, bellamente decorado.
Muchos años al comienzo de esta centenaria tradición queretana, las andas que llevarían El Misterio de Los Leandros al desfile del Rosario de navidad se decoraban en la casa de Francisco P. Meza y después las andas nuevas mucho más grandes y acompañadas del Ángel, los Pastores y los animales, ya no se pudo hacer dentro de una casa, por lo que se decoraban bellamente frente a la casa de Los Leandros.
Tras el Misterio seguían Los Reyes Magos, con lujoso trajes y montados a caballo, con una recua llevando los regalos de oro, incienso y botellas de vino, atrás un grupo de arrieros y mujeres vestidas de campesinas con sombrero ancho, entre silbidos, gritos, guajes de agua, haciendo tortillas y los hombres fumando y tomando.
Esperamos que el Patronato de las Fiestas de Querétaro siga siendo innovador constante, sin dejar el cimiento que dio origen a estas fiestas decembrinas, que tuvieron su origen en las posadas con su tradicional rosario, canto de las letanías, procesión y recreación, actos de devoción de todos los queretanos.
viernes, 5 de noviembre de 2010
El pueblo de Jurica
El Señor de La Piedad
Del pueblo de Jurica
José Félix Zavala
Esta “Velación” al Señor de La Piedad en el pueblo de Jurica es uno de los eventos religiosos y culturales únicos en nuestro estado y ciudad, que no ha tenido la repercusión nacional e internacional que le corresponde.
Señor de La Piedad:
Salva a los atribulados
Compadécete de los humildes
Levanta a los caídos
Muéstrate a los necesitados
Vuelve a los extraviados de tu pueblo
Alimenta a los hambrientos…
El pueblo de Jurica o lugar de La Salud, resiste en medio de dos emporios civilizatorios occidentales, su secreto, El Señor de La Piedad, que este Viernes Santo siguió manteniendo la cultura milenaria mesoamericana en todo su esplendor y con ella su fe.
Su antigua capilla, sus dos “calvarios”, su sacristía, más su mezquite milagroso, que se enreda entre el exterior e interior del templo y los contornos, fueron adornados con papel dorado, al puro estilo mesomericano, como nos narran los códices.
En el templo “nuevo” la tarde del Viernes Santo y el sábado, estuvo tendido como un príncipe y cubierto con una hermosa y gigantesca capa negra bordada, El Señor de La Piedad, el hijo del Dios vivo había sido sacrificado; mientras el copal oloroso nublaba la escena, los coros y los rezos, con la entonación propia de quien vela con dolor, lo invocan, las jaulas con parejas de torcazas, llorando al unísono, señalan prisioneros a los pobladores milenarios de un territorio y un pueblo que se ha venido arrinconando junto con su cultura madre, resistiéndose a morir.
En la capilla antigua “La Dolorosa” recibe el duelo, en las capillas pozas o “calvarios” bellamente decorados se anuncia al estilo mesoamericano el luto que cubre al pueblo de Jurica.
Desde Santa María Magdalena hasta Juriquilla fueron sus dominios y sus conquistas llegaban a la Velacion, lo mismo que desde Tlacote, San Miguelito, la zona aledaña al Pueblito, la región que hoy conocemos como San José de Los Olvera, la región del Mezquital o Los Apaseos y hasta del Valle de México.
Como todo pueblo originario y milenario camina en procesión con El Señor de La Piedad, durante todos los cinco días perdidos o en la llamada Semana Mayor.
Este sábado antes llamado de “gloria”, se realiza la “bendición del atole” y la quema de los Judas, es la convivencia comunitaria de un pueblo milenario que se distribuye organizadamente.
Unas mujeres lloran y acompañan al Señor de La Piedad, otras preparan los alimentos para todo el pueblo; Los varones corren de un lado a otro, al mando del mayordomo dando puntual cumplimiento a sus actividades para los adornos, la banda, el castillo, la fiesta que reúne y unifica.
Todos, al platicar sobre la fiesta y sus costumbres, recuerdan y dicen “mis abuelos me contaron…”
Que el mezquite que se enreda entre las paredes del templo, que florece aún, fue la salvación de muchos de ellos durante la gran inundación, dicen otros…
Fue la Nochebuena de 1672 cuando varios pastores reunidos alrededor de una fogata descubrieron que el tronco de un arbusto de Tepame, no se consumía entre las brasas.
Al retirarlo de la hoguera descubrieron que la madera se asemejaba a una figura humana.
Era un Cristo milagroso.
Eso cuentan nuestros antepasados, que muchos tratan de leyenda, después siguen narrando, llegaron unos peregrinos que dijeron ser talladores de imágenes y a ellos les dijeron, ah pues tenemos esto...y los visitantes le dieron el acabado.
La imagen viajó por varios poblados, para finalmente quedar bajo el resguardo del pueblo de Aramutarillo, lugar que finalmente cambió de nombre por el de La Piedad.
A los purépechas habitantes del poniente de Querétaro llegó esta devoción, que tiene su fiesta cada Nochebuena.
Una nota al margen…
EI pueblo de Querétaro fue conquistado por un pochtecatl otomí llamado Conín que comerciaba con los chichimecas y era originario de Nopala.
A la caída de Tenochtitlán en 1521, Conín con sus familiares y servidumbre, se vinieron a guerrear contra los chichimecas de la Cañada o de Maxei.
Después se da la fundación española, del pueblo de indios llamado del Gran Juego de Pelota, según la tradición, el 25 de julio de l531, día de Santiago Apóstol, patrono de España.
Quedó como gobernador de la ciudad el Cacique Conín, conocido también corno Fernando de Tapia, hasta su muerte, heredando el cargo a su único hijo varón, don Diego de Tapia.
Jurica tiene antecedentes prehispánicos como todo el territorio del actual estado de Querétaro.
En él al poniente de la ciudad, quedó integrada con el tiempo la Hacienda de Jurica, lugar que interesó desde un principio, tanto a los españoles, como a los originarios pobladores de esta región, por su belleza natural y sus manantiales de aguas termales y cristalinas, los purepechas lo denominaron Jurica, que significa “Lugar de Salud”.
Cuando ya se repartieron las tierras conquistadas de Querétaro, después de la conquista de Conín y del rendimiento de este a la encomienda de Acámbaro, Jurica, fue cedida a Don Fernando de Tapia, quien posteriormente la heredó a su hijo Don Diego de Tapia, éste a su vez, la heredó a su hija Doña Luisa de Tapia, religiosa y patrona del real convento de Santa Clara, y sirvió entre otros muchos bienes de la familia Tapia, de sustento, para el monumental convento.
Posteriormente, pasó a poder del Virrey Luis de Velasco, quien la otorgó a Juan Sánchez Alanís en premio a sus méritos como conquistador.
En esta hacienda había indios purépechas o tarascos, otomíes y chichimecas, los cuales al paso del tiempo fueron reconquistando su comunidad o barrio, haciendo, nuevas casas y creciendo progresivamente y conservando “La Costumbre”
Ha tenido hasta nuestros días un desarrollo un tanto lento con dificultades, problemas propios de su condición de indígenas, por sus tradiciones y costumbres no siempre respetadas, pero siempre con crecimiento y desarrollo.
En 1969 se fraccionó la Hacienda de Jurica, ya propiedad de la familia Torres Landa y comenzó siendo una colonia campestre.
Debido al aumento de los fieles tanto de las colonias y poblados cercanos al pueblo de Jurica, se desmembró esta zona de la parroquia, María Madre de la Iglesia.
Por decreto del 4 de marzo de 1980 se erigió la parroquia de El Señor de La Piedad, siendo su primer párroco el Pbro. Gonzalo Zarazúa Ledesma. Posteriormente fue párroco el Pbro. Manuel Malagón y después el Pbro. Guillermo Landeros Ayala. Hasta Diciembre de 2006 fue párroco el Pbro. Gregorio Martínez Cárdenas. Actualmente es el Pbro. Saúl Ragoitia Vega.
La fundación del Convento de Santa Clara, ubicado en la calle real del centro de la ciudad de Querétaro, se debe a la riqueza y a la benevolencia de Diego de Tapia, cacique indígena, que tuvo una hija legítima nacida a finales del siglo XVI, la que sería al tiempo la R. M. Doña Luisa del Espíritu Santo, a quien deseaba dar estado digno de su nobleza, lo consultó con su confesor, el guardián de los franciscanos.
El fraile, ni tardo, ni perezoso, sugirió la creación de un recinto monacal que beneficiaría a la población, a la Iglesia y especialmente a su Orden y que con el capital de la familia Tapia llegara a ser uno de los más importantes de este país.
Diego obedeció la voluntad del clérigo y antes de iniciar los trámites burocráticos correspondientes, llevó a su hija al convento de Santa Clara de México, en la calidad de "niña" para que se educara como doncella española.
Más tarde, cuando todo estuvo arreglado, Luisa volvió a Querétaro acompañada de varias monjas, las que dieron fundamento a al real convento donde Ella fue la única indígena admitida.
Fray Miguel López consiguió las licencias necesarias, previa donación de gran parte de los caudales de Diego, heredados de su padre, el conquistador Fernando de Tapia, éstas fueron el permiso virreinal y la venia arzobispal que expidió el Cabildo por estar la sede vacante.
A finales de 1606 ya se había conseguido...
Del pueblo de Jurica
José Félix Zavala
Esta “Velación” al Señor de La Piedad en el pueblo de Jurica es uno de los eventos religiosos y culturales únicos en nuestro estado y ciudad, que no ha tenido la repercusión nacional e internacional que le corresponde.
Señor de La Piedad:
Salva a los atribulados
Compadécete de los humildes
Levanta a los caídos
Muéstrate a los necesitados
Vuelve a los extraviados de tu pueblo
Alimenta a los hambrientos…
El pueblo de Jurica o lugar de La Salud, resiste en medio de dos emporios civilizatorios occidentales, su secreto, El Señor de La Piedad, que este Viernes Santo siguió manteniendo la cultura milenaria mesoamericana en todo su esplendor y con ella su fe.
Su antigua capilla, sus dos “calvarios”, su sacristía, más su mezquite milagroso, que se enreda entre el exterior e interior del templo y los contornos, fueron adornados con papel dorado, al puro estilo mesomericano, como nos narran los códices.
En el templo “nuevo” la tarde del Viernes Santo y el sábado, estuvo tendido como un príncipe y cubierto con una hermosa y gigantesca capa negra bordada, El Señor de La Piedad, el hijo del Dios vivo había sido sacrificado; mientras el copal oloroso nublaba la escena, los coros y los rezos, con la entonación propia de quien vela con dolor, lo invocan, las jaulas con parejas de torcazas, llorando al unísono, señalan prisioneros a los pobladores milenarios de un territorio y un pueblo que se ha venido arrinconando junto con su cultura madre, resistiéndose a morir.
En la capilla antigua “La Dolorosa” recibe el duelo, en las capillas pozas o “calvarios” bellamente decorados se anuncia al estilo mesoamericano el luto que cubre al pueblo de Jurica.
Desde Santa María Magdalena hasta Juriquilla fueron sus dominios y sus conquistas llegaban a la Velacion, lo mismo que desde Tlacote, San Miguelito, la zona aledaña al Pueblito, la región que hoy conocemos como San José de Los Olvera, la región del Mezquital o Los Apaseos y hasta del Valle de México.
Como todo pueblo originario y milenario camina en procesión con El Señor de La Piedad, durante todos los cinco días perdidos o en la llamada Semana Mayor.
Este sábado antes llamado de “gloria”, se realiza la “bendición del atole” y la quema de los Judas, es la convivencia comunitaria de un pueblo milenario que se distribuye organizadamente.
Unas mujeres lloran y acompañan al Señor de La Piedad, otras preparan los alimentos para todo el pueblo; Los varones corren de un lado a otro, al mando del mayordomo dando puntual cumplimiento a sus actividades para los adornos, la banda, el castillo, la fiesta que reúne y unifica.
Todos, al platicar sobre la fiesta y sus costumbres, recuerdan y dicen “mis abuelos me contaron…”
Que el mezquite que se enreda entre las paredes del templo, que florece aún, fue la salvación de muchos de ellos durante la gran inundación, dicen otros…
Fue la Nochebuena de 1672 cuando varios pastores reunidos alrededor de una fogata descubrieron que el tronco de un arbusto de Tepame, no se consumía entre las brasas.
Al retirarlo de la hoguera descubrieron que la madera se asemejaba a una figura humana.
Era un Cristo milagroso.
Eso cuentan nuestros antepasados, que muchos tratan de leyenda, después siguen narrando, llegaron unos peregrinos que dijeron ser talladores de imágenes y a ellos les dijeron, ah pues tenemos esto...y los visitantes le dieron el acabado.
La imagen viajó por varios poblados, para finalmente quedar bajo el resguardo del pueblo de Aramutarillo, lugar que finalmente cambió de nombre por el de La Piedad.
A los purépechas habitantes del poniente de Querétaro llegó esta devoción, que tiene su fiesta cada Nochebuena.
Una nota al margen…
EI pueblo de Querétaro fue conquistado por un pochtecatl otomí llamado Conín que comerciaba con los chichimecas y era originario de Nopala.
A la caída de Tenochtitlán en 1521, Conín con sus familiares y servidumbre, se vinieron a guerrear contra los chichimecas de la Cañada o de Maxei.
Después se da la fundación española, del pueblo de indios llamado del Gran Juego de Pelota, según la tradición, el 25 de julio de l531, día de Santiago Apóstol, patrono de España.
Quedó como gobernador de la ciudad el Cacique Conín, conocido también corno Fernando de Tapia, hasta su muerte, heredando el cargo a su único hijo varón, don Diego de Tapia.
Jurica tiene antecedentes prehispánicos como todo el territorio del actual estado de Querétaro.
En él al poniente de la ciudad, quedó integrada con el tiempo la Hacienda de Jurica, lugar que interesó desde un principio, tanto a los españoles, como a los originarios pobladores de esta región, por su belleza natural y sus manantiales de aguas termales y cristalinas, los purepechas lo denominaron Jurica, que significa “Lugar de Salud”.
Cuando ya se repartieron las tierras conquistadas de Querétaro, después de la conquista de Conín y del rendimiento de este a la encomienda de Acámbaro, Jurica, fue cedida a Don Fernando de Tapia, quien posteriormente la heredó a su hijo Don Diego de Tapia, éste a su vez, la heredó a su hija Doña Luisa de Tapia, religiosa y patrona del real convento de Santa Clara, y sirvió entre otros muchos bienes de la familia Tapia, de sustento, para el monumental convento.
Posteriormente, pasó a poder del Virrey Luis de Velasco, quien la otorgó a Juan Sánchez Alanís en premio a sus méritos como conquistador.
En esta hacienda había indios purépechas o tarascos, otomíes y chichimecas, los cuales al paso del tiempo fueron reconquistando su comunidad o barrio, haciendo, nuevas casas y creciendo progresivamente y conservando “La Costumbre”
Ha tenido hasta nuestros días un desarrollo un tanto lento con dificultades, problemas propios de su condición de indígenas, por sus tradiciones y costumbres no siempre respetadas, pero siempre con crecimiento y desarrollo.
En 1969 se fraccionó la Hacienda de Jurica, ya propiedad de la familia Torres Landa y comenzó siendo una colonia campestre.
Debido al aumento de los fieles tanto de las colonias y poblados cercanos al pueblo de Jurica, se desmembró esta zona de la parroquia, María Madre de la Iglesia.
Por decreto del 4 de marzo de 1980 se erigió la parroquia de El Señor de La Piedad, siendo su primer párroco el Pbro. Gonzalo Zarazúa Ledesma. Posteriormente fue párroco el Pbro. Manuel Malagón y después el Pbro. Guillermo Landeros Ayala. Hasta Diciembre de 2006 fue párroco el Pbro. Gregorio Martínez Cárdenas. Actualmente es el Pbro. Saúl Ragoitia Vega.
La fundación del Convento de Santa Clara, ubicado en la calle real del centro de la ciudad de Querétaro, se debe a la riqueza y a la benevolencia de Diego de Tapia, cacique indígena, que tuvo una hija legítima nacida a finales del siglo XVI, la que sería al tiempo la R. M. Doña Luisa del Espíritu Santo, a quien deseaba dar estado digno de su nobleza, lo consultó con su confesor, el guardián de los franciscanos.
El fraile, ni tardo, ni perezoso, sugirió la creación de un recinto monacal que beneficiaría a la población, a la Iglesia y especialmente a su Orden y que con el capital de la familia Tapia llegara a ser uno de los más importantes de este país.
Diego obedeció la voluntad del clérigo y antes de iniciar los trámites burocráticos correspondientes, llevó a su hija al convento de Santa Clara de México, en la calidad de "niña" para que se educara como doncella española.
Más tarde, cuando todo estuvo arreglado, Luisa volvió a Querétaro acompañada de varias monjas, las que dieron fundamento a al real convento donde Ella fue la única indígena admitida.
Fray Miguel López consiguió las licencias necesarias, previa donación de gran parte de los caudales de Diego, heredados de su padre, el conquistador Fernando de Tapia, éstas fueron el permiso virreinal y la venia arzobispal que expidió el Cabildo por estar la sede vacante.
A finales de 1606 ya se había conseguido...
Sobre Inés y Valentina
Premia la SCJN documental sobre Inés y Valentina
Ciudad de México, 4 de Noviembre de 2010. Durante la ceremonia de premiación de los concursos de ensayo, documental y reportaje escrito "Género y Justicia" 2010, convocado por La Coordinación General del Programa de Equidad de Género del Poder Judicial de la Federación y la Dirección de Equidad de Género de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en la categoría de documental, se otorgó el primer lugar al documental "Inés y Valentina, Dignidad y Justicia" producido por el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.
En la premiación estuvo presente Valentina Rosendo Cantú, protagonista del documental premiado, "muchos conocen mi historia, pero poco conocen de lo que soy realmente" fueron las palabras con las que inició su intervención durante la premiación. "Lo que vieron en el video es una pequeña parte de la historia que Inés y Valentina han tenido que vivir desde hace ocho años, lo que viví el 16 de febrero de 2002 fue muy doloroso, y hasta hoy no he podido olvidar lo que pasó ese día" fue el testimonio digno que Valentina compartió con el público asistente, el cual reconoció con aplausos su fuerza y valor en la lucha por la exigencia de justicia ante la violación que sufrió a manos de militares del Estado mexicano.
En la premiación estuvo la Ministra Olga Sánchez Cordero integrante de la Comisión de Equidad de Género de la SCJN, quién reconoció el valor y la entereza de las protagonistas de las historias contadas en cada uno de los trabajos que participaron en este concurso, ya que contribuye a que todas las personas conozcan sus historias, las interioricen y asuman la defensa de los derechos fundamentales, pilares de cualquier democracia.
También estuvo presente Javier Hernández Valencia, representante en México de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, quien aseguró que todos como ciudadanos somos defensores de los Derechos Humanos, e invitó al público presente a movilizarse, a mandar mensajes testimoniales que reflejen que las protagonistas de las historias contadas en los diversos trabajos no están solas, a hacer notar que no estamos solos, e invitó a que todos se declaren defensores de los Derechos Humanos.
Contacto prensa:
Área de Comunicación y Difusión del CDHM Tlachinollan
América Latina y su memoria
La memoria de América Latina
Las instituciones de América Latina que integramos la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia anunciamos el lanzamiento del portal "Sitios de Memoria en América Latina" (http://www.memoriaabierta.org.ar/redlatinoamericana/) un nuevo espacio de diálogo y difusión de nuestra historia continental.
Este Micrositio es una herramienta para difundir actividades y compartir e intercambiar documentos, materiales y otras producciones realizadas por los sitios de memoria de América Latina. Nuestro objetivo es hacer posible que toda esta información sea accesible al mayor número de personas.
Somos instituciones que a lo largo y ancho de Latinoamérica impulsamos acciones para impulsar/promover la memoria en relación a las violaciones a los derechos humanos cometidas en nuestros países y construimos un proyecto común dentro de la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia. Más información (en español e ingles) en archivo adjunto.
Saludos cordiales,
Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas A.C.
Las instituciones de América Latina que integramos la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia anunciamos el lanzamiento del portal "Sitios de Memoria en América Latina" (http://www.memoriaabierta.org.ar/redlatinoamericana/) un nuevo espacio de diálogo y difusión de nuestra historia continental.
Este Micrositio es una herramienta para difundir actividades y compartir e intercambiar documentos, materiales y otras producciones realizadas por los sitios de memoria de América Latina. Nuestro objetivo es hacer posible que toda esta información sea accesible al mayor número de personas.
Somos instituciones que a lo largo y ancho de Latinoamérica impulsamos acciones para impulsar/promover la memoria en relación a las violaciones a los derechos humanos cometidas en nuestros países y construimos un proyecto común dentro de la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia. Más información (en español e ingles) en archivo adjunto.
Saludos cordiales,
Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas A.C.
jueves, 4 de noviembre de 2010
La Sierra Gorda en Querétaro
La Sierra Gorda Queretana
La Sierra Gorda es un vasto paisaje de montañas, donde la vista alcanza los picos de la Sierra Alta de Hidalgo, el pinar del Zamorano, la profunda cañada del Extorax y más allá de la cuesta de Huazmazontla, los valles intermontanos de las cinco misiones y, a la distancia, los lomeríos de la Huasteca.
Un acercamiento a la historia prehispánica de la Sierra Gorda debe incluir las características fisiográficas de la región, determinantes para entender el desarrollo cultural de los pueblos que la habitaron. La Sierra Gorda es un ramal de la Sierra Madre Oriental que abarca la parte noreste del estado de Hidalgo, toda la norte de Querétaro, el este de Guanajuato y el sur de San Luis Potosí. Está conformada por una serie de cadenas montañosas paralelas con dirección noroeste-sureste, principalmente de rocas calizas, formadas por antiguos lechos marinos durante el Jurásico y el Cretácico, y la intrusión de rocas ígneas en etapas tardías, que dieron origen a los yacimientos minerales en la sierra. A su vez, la composición calcárea de las rocas afectadas por la disolución kárstica ha formado gran cantidad de cavernas y sótanos, algunos de ellos de cientos de metros de profundidad y que han alcanzado fama mundial. Asimismo, la Sierra Gorda presenta alturas que sobrepasan los 3 000 msnm y cañones que llegan a los 700 msnm.
La serranía crea una barrera natural que frena el paso de la humedad que viene de la zona del Golfo, produciendo el efecto conocido como “sombra de montaña”, por lo cual el sector oriental es favorecido por la humedad y el occidental sufre de sequía.
La topografía, con fuertes cambios de altitud, crea una gran variedad de microambientes: bosques de coníferas y encinares en las cumbres de las montañas y platanares y caña de azúcar al abrigo de las profundas cañadas; hacia la vertiente oriente, bosques caducifolios; y hacia la parte occidental de la sierra, en colindancia con el Altiplano norte, vegetación xerófita y chaparral en el semidesierto, como efecto de la sombra pluvial.
Las tres principales corrientes fluviales que cruzan la Sierra Gorda forman parte de la cuenca del río Pánuco y corren por profundos cañones: al norte, el río Santa María Acapulco y sus afluentes, que marca el límite entre San Luis Potosí y Querétaro; en la parte media, el río Peñamiller-Extorax, que une su caudal al río Moctezuma, el cual corre por la parte meridional de la región y marca el límite entre Querétaro e Hidalgo.
La Civilización
La arqueología de la Sierra Gorda comienza poco antes de la segunda mitad del siglo XIX, cuando cuatro ingenieros de minas reportan los vestigios arqueológicos que encuentran en sus recorridos por la sierra: el ingeniero John Phillips, de la compañía Real del Monte, en 1848; Bartolomé Ballesteros, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en 1872; Mariano Bárcena, de la Escuela de Ingenieros, en 1873; y José María Reyes, también de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en 1880.
Este último organizó un expedición con apoyo del gobierno estatal, en la que participó el ingeniero Primer Pawell, a quien se debe el levantamiento de los primeros planos de las zonas arqueológicas de Ranas y Toluquilla. En su reporte, el ingeniero Reyes incluyó las primeras fotografías de los monumentos de esos sitios.
Los hallazgos de la Sierra Gorda despertaron interés entre la comunidad científica de la época, pero fue hasta el siglo XX, en 1931, cuando el arqueólogo Eduardo Noguera y el arquitecto Emilio Cuevas realizaron un recorrido por parte de la Dirección de Monumentos Prehispánicos, de la Secretaría de Agricultura y Fomento, con el objetivo de evaluar el estado de conservación de ambas zonas.
En 1939, el Instituto Panamericano de Geografía e Historia publicó el Atlas de Arqueología de la República Mexicana; de los 27 sitios reportados para el estado de Querétaro, 23 se localizan en la Sierra Gorda. Al inicio de los setenta, la Secretaría del Patrimonio Nacional publicó el trabajo interdisciplinario Minería prehispánica en la Sierra de Querétaro, coordinado por el ingeniero Adolphus Langenscheidt, el cual marcó un hito en el estudio de la minería prehispánica.
También en la década de los setenta comenzó el Proyecto Arqueológico-Minero de la Sierra Gorda, coordinado por quien esto escribe; con apoyo del inah y del gobierno del estado de Querétaro se llevaron a cabo exploraciones estratigráficas, y con apoyo de la unam, los nuevos levantamientos de las zonas arqueológicas de Ranas y Toluquilla. Posteriormente, en la década de los ochenta, se realizaron trabajos de consolidación en ambas zonas, los que permitieron conocer las características arquitectónicas y parte del patrón de asentamiento serrano.
A partir de la década de los ochenta dieron comienzo otros proyectos arqueológicos, con enfoques distintos, sobre el desarrollo cultural de la Sierra Gorda. Como parte del proyecto “Atlas Arqueológico” del inah, se hizo el recuento de zonas arqueológicas del país; en el norte de Querétaro se registraron más de 500 sitios. Con el Proyecto Arqueológico de los Valles de la Sierra Gorda, el arqueólogo César Quijada dio inicio al estudio del patrón de asentamiento en el corredor intermontano entre Río Verde, San Luis Potosí, y Jalpán, Querétaro.
La arqueóloga Teresa Muñoz estudia la cerámica prehispánica, el patrón de asentamiento y la arquitectura en la parte norte del estado de Querétaro, además de sus vínculos con las regiones de Río Verde y la Huasteca. El arqueólogo Jorge Quiroz retomó la investigación en el área de los valles de la Sierra Gorda; con un enfoque interdisciplinario, se ocupa de la región desde los cazadores-recolectores del Pleistoceno hasta la época colonial.
Por su parte, los arqueólogos Elizabeth Mejía y Alberto Herrera, del Centro INAH Querétaro, han realizado investigaciones a lo largo de la Sierra Gorda y enfocado su interés en los últimos años en las zonas arqueológicas de Toluquilla y Ranas, respectivamente. Carlos Viramontes estudia a los recolectores-cazadores del semidesierto de Querétaro, subárea cultural estrechamente vinculada con la Sierra Gorda.
Su poblamiento
El poblamiento de la Sierra Gorda se produjo hacia finales del Preclásico por agricultores mesoamericanos procedentes de la Costa del Golfo y del Altiplano, aunque, al parecer, la mayor parte provenía de las tierras bajas de la planicie costera, como resultado de un movimiento poblacional que emigró de la planicie costera y se replegó hacia las laderas y montañas de la Sierra Madre Oriental, desde el sur de Tamaulipas hasta el norte de Hidalgo. Esos agricultores colonizaron la sierra, se adaptaron a las condiciones ambientales y aprovecharon los recursos de la región.
La topografía montañosa obligó a los agricultores a cultivar los valles intermontanos, los planes y las laderas de los cerros, y desmontaron el bosque para aprovechar la tierra. El relieve montañoso también los obligó a buscar fuentes de agua para asegurar el abasto de la población. Los ríos corren por cañadas profundas y estrechas, que dificultan su aprovechamiento, no así los manantiales y los pequeños cuerpos de agua y lagunetas, que fueron las fuentes más aprovechadas para el consumo diario.
Entre los siglos VI al X d.C. se produjo el apogeo de la Sierra Gorda. Para esta época, la población serrana se había incrementado y el gran número de asentamientos a lo largo de la sierra dan cuenta de un desarrollo exitoso, sustentado en una economía basada en la agricultura y la minería. Es el momento en el que surgen ciudades como Ranas y Toluquilla.
Un desarrollo agrícola eficiente permitió cubrir las necesidades de la población, que contaba para esa época con un complejo sistema de terrazas de cultivo sobre las laderas y en los pliegues de las montañas, construidas por medio de muros de lajas y lodo, conocidos como “pretiles”, usados hoy día por los campesinos, ya que controlan la erosión y retienen la humedad del suelo.
Otro factor importante de la economía serrana fue la minería. Ésta llegó a la Sierra Gorda durante el Preclásico Superior, introducida por mineros conocedores del oficio, que desarrollaron y perfeccionaron la técnica de explotación de los yacimientos, de acuerdo con las características geológicas de la región, donde el cinabrio (sulfuro de mercurio), entre otros minerales, desempeñó un papel importante.
Debe destacarse que la minería, es decir, la actividad de detectar, excavar y extraer los minerales, incluía una compleja cadena de tareas debidamente organizadas por el grupo en el poder, que, en una sociedad jerarquizada, era el que programaba las distintas etapas de trabajo: designaba el sitio de explotación, asignaba tareas, abastecía suministros y, lo más importante, recolectaba el producto de la jornada para tasarlo, empacarlo y almacenarlo para su traslado de la mina a los almacenes, para, posteriormente, disponer del valioso producto en el intercambio de bienes suntuarios mediante las complejas redes de comercio local o a larga distancia. La Sierra Gorda debió cubrir buena parte de la demanda de pigmento rojo de cinabrio en el mercado mesoamericano.
El patrón de asentamiento en la Sierra Gorda estuvo determinado por la topografía; los asentamientos se encuentran en la parte alta de los cerros, en las laderas o en puntos estratégicos como puertos, planes, cañadas o divisaderos, que permitían el control de la región. Es claro que también hubo una jerarquía en los asentamientos, de acuerdo con su función. Así, había desde los grandes centros de poder como Ranas y Toluquilla, con una estructura urbana bien planificada, hasta pequeñas unidades de población asociadas a las labores agrícolas, los campamentos mineros, la vigilancia (atalayas) y las garitas.
Su Arquitectura
La arquitectura adquirió entonces características distintivas que se pueden observar en los centros urbanos mayores, donde la disposición de los basamentos piramidales y las estructuras de juego de pelota marcaban la pauta del desarrollo constructivo, y alrededor de las cuales se abrían las plazas y se disponían los edificios administrativos y habitacionales.
Las estructuras de planta rectangular y circular se combinaban en el entramado urbano y se manejaban el talud rematado por la cornisa volada, las escaleras semicirculares y los afloramientos de la roca madre del cerro, que se integraban al paisaje urbano; todos éstos son elementos distintivos de la arquitectura regional.
Los serranos edificaron sus estructuras bajo ciertos patrones constructivos: nivelado el terreno, se apilaban piedras y tierra para formar el núcleo del edificio y éste se revestía con un muro de lajas trabajadas burdamente, para finalmente colocar una cubierta de lajas calizas bien careadas, unidas con mortero de arcilla. Las piedras eran colocadas cuidadosamente y no hay evidencia de que tuvieran una cubierta de estuco, como es usual en otros lugares de Mesoamérica.
Sin embargo, sería un error pensar que lo que conocemos como Sierra Gorda, culturalmente hablando, sea una unidad homogénea. Gracias a las recientes exploraciones arqueológicas se identifican subregiones, donde se marcan con mayor o menor intensidad los vínculos con las regiones culturales vecinas, como la Huasteca, Río Verde, el Tunal Grande, o con algunos de los cazadores-recolectores del Altiplano norte, poblaciones con las que los agricultores-mineros de la Sierra Gorda mantuvieron relación a lo largo de su historia.
Es interesante resaltar que la Sierra Gorda mantuvo vínculos más estrechos con sus vecinos del oeste, norte y este, que con los pueblos del Altiplano, con quienes parece distanciarse.
Enterramientos
Poco hemos podido avanzar en el conocimiento del pensamiento mágico-religioso de la población serrana, pues no han llegado hasta nosotros los elementos iconográficos que permitan identificar cuáles eran sus deidades más importantes, su calendario religioso, sus festividades, etc. Sin embargo, se observa en el sistema funerario de los serranos el concepto de la vida más allá de la muerte. Algunos de los entierros se encuentran asociados a elementos constructivos: al interior de casas habitación, a los templos, como ofrenda a la construcción en los muros de contención de grandes plataformas, asociados a las estructuras de juego de pelota, etc. Los individuos, algunos de ellos sacrificados, eran amortajados en posición flexionada (fetal), con los brazos por debajo de las rodillas o cruzados sobre el pecho. Los bultos mortuorios eran depositados sobre el terreno acompañados por una vasija que posiblemente contenía algún alimento; después eran cubiertos de tierra y encima se colocaba una cubierta de piedras y más tierra, para sellar el piso. La mayor parte de los enterramientos localizados hasta ahora son entierros múltiples.
Tierra de Frontera
Hacia el siglo XI de nuestra era, la Sierra Gorda experimentó el colapso que puso fin al desarrollo serrano. En el desplome de la Sierra Gorda debió intervenir una acumulación de factores, que a lo largo de los siguientes 350 años afectó a todos los pueblos de la frontera norte.
Pedro Armillas atribuye la contracción de la frontera a cambios climáticos al final del primer milenio, mientras que Enrique Nalda señala que se debió a fenómenos sociales por modificaciones en las estructuras internas de la sociedad, esto en la parte sur del Bajío. La Sierra Gorda sufrió el embate de los cambios y el efecto de ello fue el abandono de la región, lo que posiblemente ocurrió de forma gradual. Las evidencias arqueológicas en Ranas y Toluquilla muestran un abandono ordenado, sin violencia por parte de la elite gobernante, mientras que los agricultores y mineros estuvieron arraigados en la región algún tiempo más, hasta el avance de los pueblos cazadores-recolectores que merodeaban por la Sierra y que se adueñaron de las tierras de los antiguos agricultores y lograron desplazarlos.
Se cierra así un capítulo de la historia serrana. A los nuevos pobladores de la Sierra Gorda y sus contornos se les conoce en las fuentes históricas coloniales como “chichimecas”, término genérico dado a los grupos de cazadores-recolectores del norte.
En el caso de la población chichimeca de la Sierra Gorda, las fuentes mencionan a los ximpeces, pames y jonaces. Los pames y jonaces eran pueblos otomianos (quizá también los ximpeces) pertenecientes al tronco lingüístico otomangue; según los estudios lingüísticos, tanto la lengua pame y sus dialectos como el chichimeco-jonaz están estrechamen-te emparentados, aunque culturalmente presentaban diferencias.
Para los siglos XVII y XVIII los pames ocupaban el sector oriental de la sierra y los jonaces se distribuían por la parte occidental.
Conquista y evangelización
Luego del sometimiento de los pueblos del centro de México por los conquistadores hispanos, se desarrolló un creciente interés por conocer el potencial económico de las tierras del norte, vista como una promesa de fama y fortuna para las oleadas de nuevos colonos que arribaban a la Nueva España. Sin embargo, nunca se imaginaron el desgaste que significaría enfrentarse a las aguerridas “naciones” del norte, pueblos de cazadores-recolectores nómadas, las tribus chichimecas. Durante la segunda mitad del siglo XVI se forjó el “camino de la plata”, que conducía a las minas de plata de Zacatecas, y a la par se desarrolló el conflicto de la Guerra Chichimeca, la cual puso de manifiesto la capacidad guerrera de los norteños para defender su territorio, que significó 40 años de conflicto bélico. Al final se firmó la paz; el altiplano norte quedó en manos de los españoles y una parte de los chichimecas terminó sufriendo el yugo hispano y otra continuó defendiendo su libertad en las montañas.
Durante el siglo XVI la Sierra Gorda o “Cerro Gordo”, como también se le llama, era un territorio poco conocido; los poblados fundados en sus contornos formaban un cerco desde donde partían los colonos en busca de tierras para asentarse, metales que explotar y pastos para sus ganados; asimismo, los militares buscaban resguardar los intereses de la corona y los misioneros ejercer su labor evangelizadora. Todos tuvieron dificultades para llevar a cabo su propósito. Los chichimecas pames y jonaces darían la batalla para evitar ser sometidos y despojados de sus tierras desde la segunda mitad del siglo XVI hasta mediados del XVIII.
Los primeros intentos misionales por evangelizar la Sierra Gorda comenzaron con los franciscanos por la parte occidental y los agustinos por la oriental; para finales del siglo XVII franciscanos y dominicos continuaban tratando de establecerse en la región con la ayuda de escoltas militares, sin lograrlo. Para el siglo XVIII, los rebeldes chichimecas seguían alzados, defendiendo su territorio, sin embargo, el interés de los españoles establecidos en torno a la Sierra Gorda era mantener la guerra “ya que faltaban tierras y la guerra daba una ocupación, dinero y títulos”. La situación no podía continuar indefinidamente; el virreinato estaba decidido a terminar con ese “manchón de gentilidad” tan próximo a la capital. A partir de 1740, las fuerzas militares encabezadas por el coronel José de Escandón –quien un año después sería nombrado capitán general de la Sierra Gorda– y fray José Ortés de Velasco –del colegio de Propaganda Fide de San Fernando de México, nombrado comisario de las misiones para la “reconquista espiritual de la Sierra Gorda”– juntaron sus fuerzas para dar paso a una nueva etapa en la historia serrana: el control de la región y la sumisión de los pueblos pames y jonaces.
______________________________
Margarita Velasco Mireles. Pasante de la maestría en arqueología. Investigadora en la Dirección de Estudios Arqueológicos del INAH. Directora del Proyecto Arqueológico-Minero de Sierra Gorda.
La Sierra Gorda es un vasto paisaje de montañas, donde la vista alcanza los picos de la Sierra Alta de Hidalgo, el pinar del Zamorano, la profunda cañada del Extorax y más allá de la cuesta de Huazmazontla, los valles intermontanos de las cinco misiones y, a la distancia, los lomeríos de la Huasteca.
Un acercamiento a la historia prehispánica de la Sierra Gorda debe incluir las características fisiográficas de la región, determinantes para entender el desarrollo cultural de los pueblos que la habitaron. La Sierra Gorda es un ramal de la Sierra Madre Oriental que abarca la parte noreste del estado de Hidalgo, toda la norte de Querétaro, el este de Guanajuato y el sur de San Luis Potosí. Está conformada por una serie de cadenas montañosas paralelas con dirección noroeste-sureste, principalmente de rocas calizas, formadas por antiguos lechos marinos durante el Jurásico y el Cretácico, y la intrusión de rocas ígneas en etapas tardías, que dieron origen a los yacimientos minerales en la sierra. A su vez, la composición calcárea de las rocas afectadas por la disolución kárstica ha formado gran cantidad de cavernas y sótanos, algunos de ellos de cientos de metros de profundidad y que han alcanzado fama mundial. Asimismo, la Sierra Gorda presenta alturas que sobrepasan los 3 000 msnm y cañones que llegan a los 700 msnm.
La serranía crea una barrera natural que frena el paso de la humedad que viene de la zona del Golfo, produciendo el efecto conocido como “sombra de montaña”, por lo cual el sector oriental es favorecido por la humedad y el occidental sufre de sequía.
La topografía, con fuertes cambios de altitud, crea una gran variedad de microambientes: bosques de coníferas y encinares en las cumbres de las montañas y platanares y caña de azúcar al abrigo de las profundas cañadas; hacia la vertiente oriente, bosques caducifolios; y hacia la parte occidental de la sierra, en colindancia con el Altiplano norte, vegetación xerófita y chaparral en el semidesierto, como efecto de la sombra pluvial.
Las tres principales corrientes fluviales que cruzan la Sierra Gorda forman parte de la cuenca del río Pánuco y corren por profundos cañones: al norte, el río Santa María Acapulco y sus afluentes, que marca el límite entre San Luis Potosí y Querétaro; en la parte media, el río Peñamiller-Extorax, que une su caudal al río Moctezuma, el cual corre por la parte meridional de la región y marca el límite entre Querétaro e Hidalgo.
La Civilización
La arqueología de la Sierra Gorda comienza poco antes de la segunda mitad del siglo XIX, cuando cuatro ingenieros de minas reportan los vestigios arqueológicos que encuentran en sus recorridos por la sierra: el ingeniero John Phillips, de la compañía Real del Monte, en 1848; Bartolomé Ballesteros, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en 1872; Mariano Bárcena, de la Escuela de Ingenieros, en 1873; y José María Reyes, también de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en 1880.
Este último organizó un expedición con apoyo del gobierno estatal, en la que participó el ingeniero Primer Pawell, a quien se debe el levantamiento de los primeros planos de las zonas arqueológicas de Ranas y Toluquilla. En su reporte, el ingeniero Reyes incluyó las primeras fotografías de los monumentos de esos sitios.
Los hallazgos de la Sierra Gorda despertaron interés entre la comunidad científica de la época, pero fue hasta el siglo XX, en 1931, cuando el arqueólogo Eduardo Noguera y el arquitecto Emilio Cuevas realizaron un recorrido por parte de la Dirección de Monumentos Prehispánicos, de la Secretaría de Agricultura y Fomento, con el objetivo de evaluar el estado de conservación de ambas zonas.
En 1939, el Instituto Panamericano de Geografía e Historia publicó el Atlas de Arqueología de la República Mexicana; de los 27 sitios reportados para el estado de Querétaro, 23 se localizan en la Sierra Gorda. Al inicio de los setenta, la Secretaría del Patrimonio Nacional publicó el trabajo interdisciplinario Minería prehispánica en la Sierra de Querétaro, coordinado por el ingeniero Adolphus Langenscheidt, el cual marcó un hito en el estudio de la minería prehispánica.
También en la década de los setenta comenzó el Proyecto Arqueológico-Minero de la Sierra Gorda, coordinado por quien esto escribe; con apoyo del inah y del gobierno del estado de Querétaro se llevaron a cabo exploraciones estratigráficas, y con apoyo de la unam, los nuevos levantamientos de las zonas arqueológicas de Ranas y Toluquilla. Posteriormente, en la década de los ochenta, se realizaron trabajos de consolidación en ambas zonas, los que permitieron conocer las características arquitectónicas y parte del patrón de asentamiento serrano.
A partir de la década de los ochenta dieron comienzo otros proyectos arqueológicos, con enfoques distintos, sobre el desarrollo cultural de la Sierra Gorda. Como parte del proyecto “Atlas Arqueológico” del inah, se hizo el recuento de zonas arqueológicas del país; en el norte de Querétaro se registraron más de 500 sitios. Con el Proyecto Arqueológico de los Valles de la Sierra Gorda, el arqueólogo César Quijada dio inicio al estudio del patrón de asentamiento en el corredor intermontano entre Río Verde, San Luis Potosí, y Jalpán, Querétaro.
La arqueóloga Teresa Muñoz estudia la cerámica prehispánica, el patrón de asentamiento y la arquitectura en la parte norte del estado de Querétaro, además de sus vínculos con las regiones de Río Verde y la Huasteca. El arqueólogo Jorge Quiroz retomó la investigación en el área de los valles de la Sierra Gorda; con un enfoque interdisciplinario, se ocupa de la región desde los cazadores-recolectores del Pleistoceno hasta la época colonial.
Por su parte, los arqueólogos Elizabeth Mejía y Alberto Herrera, del Centro INAH Querétaro, han realizado investigaciones a lo largo de la Sierra Gorda y enfocado su interés en los últimos años en las zonas arqueológicas de Toluquilla y Ranas, respectivamente. Carlos Viramontes estudia a los recolectores-cazadores del semidesierto de Querétaro, subárea cultural estrechamente vinculada con la Sierra Gorda.
Su poblamiento
El poblamiento de la Sierra Gorda se produjo hacia finales del Preclásico por agricultores mesoamericanos procedentes de la Costa del Golfo y del Altiplano, aunque, al parecer, la mayor parte provenía de las tierras bajas de la planicie costera, como resultado de un movimiento poblacional que emigró de la planicie costera y se replegó hacia las laderas y montañas de la Sierra Madre Oriental, desde el sur de Tamaulipas hasta el norte de Hidalgo. Esos agricultores colonizaron la sierra, se adaptaron a las condiciones ambientales y aprovecharon los recursos de la región.
La topografía montañosa obligó a los agricultores a cultivar los valles intermontanos, los planes y las laderas de los cerros, y desmontaron el bosque para aprovechar la tierra. El relieve montañoso también los obligó a buscar fuentes de agua para asegurar el abasto de la población. Los ríos corren por cañadas profundas y estrechas, que dificultan su aprovechamiento, no así los manantiales y los pequeños cuerpos de agua y lagunetas, que fueron las fuentes más aprovechadas para el consumo diario.
Entre los siglos VI al X d.C. se produjo el apogeo de la Sierra Gorda. Para esta época, la población serrana se había incrementado y el gran número de asentamientos a lo largo de la sierra dan cuenta de un desarrollo exitoso, sustentado en una economía basada en la agricultura y la minería. Es el momento en el que surgen ciudades como Ranas y Toluquilla.
Un desarrollo agrícola eficiente permitió cubrir las necesidades de la población, que contaba para esa época con un complejo sistema de terrazas de cultivo sobre las laderas y en los pliegues de las montañas, construidas por medio de muros de lajas y lodo, conocidos como “pretiles”, usados hoy día por los campesinos, ya que controlan la erosión y retienen la humedad del suelo.
Otro factor importante de la economía serrana fue la minería. Ésta llegó a la Sierra Gorda durante el Preclásico Superior, introducida por mineros conocedores del oficio, que desarrollaron y perfeccionaron la técnica de explotación de los yacimientos, de acuerdo con las características geológicas de la región, donde el cinabrio (sulfuro de mercurio), entre otros minerales, desempeñó un papel importante.
Debe destacarse que la minería, es decir, la actividad de detectar, excavar y extraer los minerales, incluía una compleja cadena de tareas debidamente organizadas por el grupo en el poder, que, en una sociedad jerarquizada, era el que programaba las distintas etapas de trabajo: designaba el sitio de explotación, asignaba tareas, abastecía suministros y, lo más importante, recolectaba el producto de la jornada para tasarlo, empacarlo y almacenarlo para su traslado de la mina a los almacenes, para, posteriormente, disponer del valioso producto en el intercambio de bienes suntuarios mediante las complejas redes de comercio local o a larga distancia. La Sierra Gorda debió cubrir buena parte de la demanda de pigmento rojo de cinabrio en el mercado mesoamericano.
El patrón de asentamiento en la Sierra Gorda estuvo determinado por la topografía; los asentamientos se encuentran en la parte alta de los cerros, en las laderas o en puntos estratégicos como puertos, planes, cañadas o divisaderos, que permitían el control de la región. Es claro que también hubo una jerarquía en los asentamientos, de acuerdo con su función. Así, había desde los grandes centros de poder como Ranas y Toluquilla, con una estructura urbana bien planificada, hasta pequeñas unidades de población asociadas a las labores agrícolas, los campamentos mineros, la vigilancia (atalayas) y las garitas.
Su Arquitectura
La arquitectura adquirió entonces características distintivas que se pueden observar en los centros urbanos mayores, donde la disposición de los basamentos piramidales y las estructuras de juego de pelota marcaban la pauta del desarrollo constructivo, y alrededor de las cuales se abrían las plazas y se disponían los edificios administrativos y habitacionales.
Las estructuras de planta rectangular y circular se combinaban en el entramado urbano y se manejaban el talud rematado por la cornisa volada, las escaleras semicirculares y los afloramientos de la roca madre del cerro, que se integraban al paisaje urbano; todos éstos son elementos distintivos de la arquitectura regional.
Los serranos edificaron sus estructuras bajo ciertos patrones constructivos: nivelado el terreno, se apilaban piedras y tierra para formar el núcleo del edificio y éste se revestía con un muro de lajas trabajadas burdamente, para finalmente colocar una cubierta de lajas calizas bien careadas, unidas con mortero de arcilla. Las piedras eran colocadas cuidadosamente y no hay evidencia de que tuvieran una cubierta de estuco, como es usual en otros lugares de Mesoamérica.
Sin embargo, sería un error pensar que lo que conocemos como Sierra Gorda, culturalmente hablando, sea una unidad homogénea. Gracias a las recientes exploraciones arqueológicas se identifican subregiones, donde se marcan con mayor o menor intensidad los vínculos con las regiones culturales vecinas, como la Huasteca, Río Verde, el Tunal Grande, o con algunos de los cazadores-recolectores del Altiplano norte, poblaciones con las que los agricultores-mineros de la Sierra Gorda mantuvieron relación a lo largo de su historia.
Es interesante resaltar que la Sierra Gorda mantuvo vínculos más estrechos con sus vecinos del oeste, norte y este, que con los pueblos del Altiplano, con quienes parece distanciarse.
Enterramientos
Poco hemos podido avanzar en el conocimiento del pensamiento mágico-religioso de la población serrana, pues no han llegado hasta nosotros los elementos iconográficos que permitan identificar cuáles eran sus deidades más importantes, su calendario religioso, sus festividades, etc. Sin embargo, se observa en el sistema funerario de los serranos el concepto de la vida más allá de la muerte. Algunos de los entierros se encuentran asociados a elementos constructivos: al interior de casas habitación, a los templos, como ofrenda a la construcción en los muros de contención de grandes plataformas, asociados a las estructuras de juego de pelota, etc. Los individuos, algunos de ellos sacrificados, eran amortajados en posición flexionada (fetal), con los brazos por debajo de las rodillas o cruzados sobre el pecho. Los bultos mortuorios eran depositados sobre el terreno acompañados por una vasija que posiblemente contenía algún alimento; después eran cubiertos de tierra y encima se colocaba una cubierta de piedras y más tierra, para sellar el piso. La mayor parte de los enterramientos localizados hasta ahora son entierros múltiples.
Tierra de Frontera
Hacia el siglo XI de nuestra era, la Sierra Gorda experimentó el colapso que puso fin al desarrollo serrano. En el desplome de la Sierra Gorda debió intervenir una acumulación de factores, que a lo largo de los siguientes 350 años afectó a todos los pueblos de la frontera norte.
Pedro Armillas atribuye la contracción de la frontera a cambios climáticos al final del primer milenio, mientras que Enrique Nalda señala que se debió a fenómenos sociales por modificaciones en las estructuras internas de la sociedad, esto en la parte sur del Bajío. La Sierra Gorda sufrió el embate de los cambios y el efecto de ello fue el abandono de la región, lo que posiblemente ocurrió de forma gradual. Las evidencias arqueológicas en Ranas y Toluquilla muestran un abandono ordenado, sin violencia por parte de la elite gobernante, mientras que los agricultores y mineros estuvieron arraigados en la región algún tiempo más, hasta el avance de los pueblos cazadores-recolectores que merodeaban por la Sierra y que se adueñaron de las tierras de los antiguos agricultores y lograron desplazarlos.
Se cierra así un capítulo de la historia serrana. A los nuevos pobladores de la Sierra Gorda y sus contornos se les conoce en las fuentes históricas coloniales como “chichimecas”, término genérico dado a los grupos de cazadores-recolectores del norte.
En el caso de la población chichimeca de la Sierra Gorda, las fuentes mencionan a los ximpeces, pames y jonaces. Los pames y jonaces eran pueblos otomianos (quizá también los ximpeces) pertenecientes al tronco lingüístico otomangue; según los estudios lingüísticos, tanto la lengua pame y sus dialectos como el chichimeco-jonaz están estrechamen-te emparentados, aunque culturalmente presentaban diferencias.
Para los siglos XVII y XVIII los pames ocupaban el sector oriental de la sierra y los jonaces se distribuían por la parte occidental.
Conquista y evangelización
Luego del sometimiento de los pueblos del centro de México por los conquistadores hispanos, se desarrolló un creciente interés por conocer el potencial económico de las tierras del norte, vista como una promesa de fama y fortuna para las oleadas de nuevos colonos que arribaban a la Nueva España. Sin embargo, nunca se imaginaron el desgaste que significaría enfrentarse a las aguerridas “naciones” del norte, pueblos de cazadores-recolectores nómadas, las tribus chichimecas. Durante la segunda mitad del siglo XVI se forjó el “camino de la plata”, que conducía a las minas de plata de Zacatecas, y a la par se desarrolló el conflicto de la Guerra Chichimeca, la cual puso de manifiesto la capacidad guerrera de los norteños para defender su territorio, que significó 40 años de conflicto bélico. Al final se firmó la paz; el altiplano norte quedó en manos de los españoles y una parte de los chichimecas terminó sufriendo el yugo hispano y otra continuó defendiendo su libertad en las montañas.
Durante el siglo XVI la Sierra Gorda o “Cerro Gordo”, como también se le llama, era un territorio poco conocido; los poblados fundados en sus contornos formaban un cerco desde donde partían los colonos en busca de tierras para asentarse, metales que explotar y pastos para sus ganados; asimismo, los militares buscaban resguardar los intereses de la corona y los misioneros ejercer su labor evangelizadora. Todos tuvieron dificultades para llevar a cabo su propósito. Los chichimecas pames y jonaces darían la batalla para evitar ser sometidos y despojados de sus tierras desde la segunda mitad del siglo XVI hasta mediados del XVIII.
Los primeros intentos misionales por evangelizar la Sierra Gorda comenzaron con los franciscanos por la parte occidental y los agustinos por la oriental; para finales del siglo XVII franciscanos y dominicos continuaban tratando de establecerse en la región con la ayuda de escoltas militares, sin lograrlo. Para el siglo XVIII, los rebeldes chichimecas seguían alzados, defendiendo su territorio, sin embargo, el interés de los españoles establecidos en torno a la Sierra Gorda era mantener la guerra “ya que faltaban tierras y la guerra daba una ocupación, dinero y títulos”. La situación no podía continuar indefinidamente; el virreinato estaba decidido a terminar con ese “manchón de gentilidad” tan próximo a la capital. A partir de 1740, las fuerzas militares encabezadas por el coronel José de Escandón –quien un año después sería nombrado capitán general de la Sierra Gorda– y fray José Ortés de Velasco –del colegio de Propaganda Fide de San Fernando de México, nombrado comisario de las misiones para la “reconquista espiritual de la Sierra Gorda”– juntaron sus fuerzas para dar paso a una nueva etapa en la historia serrana: el control de la región y la sumisión de los pueblos pames y jonaces.
______________________________
Margarita Velasco Mireles. Pasante de la maestría en arqueología. Investigadora en la Dirección de Estudios Arqueológicos del INAH. Directora del Proyecto Arqueológico-Minero de Sierra Gorda.
El oficio esta acabado
"Siento que el oficio se está acabando"
Ama Guillermo Prieto
JUAN CRUZ
Lo que hace a un buen reportero, decía Ben Bradlee, es la energía. Alma Guillermoprieto (reportera, mexicana, de 59 años) trabajó con él, y responde de las cabezas a los pies a esa exigencia.
Enérgica y latinoamericana.
Escribe para The New Yorker, para National Geographic, para The New York Review of Books, estuvo en la plantilla del Washington Post, y es una reportera que ahora forma parte de la Fundación Nuevo Periodismo que fundó Gabriel García Márquez. El libro Al pie de un volcán te escribo (Plaza y Janés, ahora casi inencontrable) es una suma de algunos de sus mejores reportajes, y es una joya en cuyo caleidoscopio se ve al milímetro el drama de América Latina, su país. Cuando la vimos, en Guadalajara, México, estaba sentada con unos alumnos de periodismo a los que les contaba su experiencia, en la cátedra Julio Cortázar que presiden Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Y luego estuvo con Gabo platicando sobre periodismo y hablando de este oficio ante un grupo amplísimo de personas que la escucharon contar, precisamente, la raíz de su pasión por el periodismo y por América. Ese libro (y otros, Los años en que no fuimos felices, Samba) recoge no sólo su pasión, sino su forma de convertir en metáfora el dolor que ha visto; ahora ha publicado, también, Las guerras en Colombia, y de esa experiencia, que ella siempre vive en primera persona, nació una frase que es como el emblema de su manera de aparecer ante la realidad: "Hoy hace guerrilla, mañana tempestad".
Ha dicho que ese reporterismo suyo, en concreto el de las guerras, le ha permitido acercarse a "La muerte como forma de vida", un asunto que la tuvo metida hasta el cuello en un drama que también era "una vida dichosa atravesada de ráfagas de sufrimiento y de rabia". Una periodista. A los chicos que le escuchaban en la cátedra Cortázar les pidió lo mismo que a los que la escucharon de noche: curiosidad, no quedarse con la primera impresión. Nosotros hablamos con esta mujer pausada y fibrosa después de la clase con los que quisieran imitarla.
"¿Qué tendríamos que hacer los periodistas que no hacemos? Reportear. En América Latina hay el gran tema del narcotráfico"
Pregunta. ¿Qué les ha enseñado a los chicos?
Respuesta. Nada. Les puse a leer sus propios textos, y a criticarse. Como para dejarles con la idea de que el periodismo en comunidad con los lectores, pero también entre ellos mismos. No hay nada más sabroso que juntarse en una cantina un jueves por la tarde una vez al mes a comentar todos los textos de la semana. Eso es un taller. Un taller mío, por lo menos.
P. ¿Qué tendríamos que hacer los periodistas que no estuviéramos haciendo?
R. Reportear. Y en América Latina y en Estados Unidos tenemos el lavado del narcotráfico como gran tema pendiente. He estado viendo The Wire, esta fantástica serie de televisión, y ahí se dice: "Cuando tú, como policías, sigues el hilo de la droga, encuentras droga. Pero cuando investigas sobre el lavado de dinero no sabes a quién vas a descubrir. Y por eso ese trabajo no se hace". Porque a lo mejor das con un secretario de Estado, con el jefe de la basura municipal. Así que en esta guerra absurda contra las drogas no se hace el trabajo más difícil y necesario...
P. ¿Por qué?
R. Porque hay demasiados intereses involucrados. El narcotráfico es un gran negocio para mucha gente: para quien cultivas las drogas, para quien reparte las drogas, para quien reparte las drogas, para quien persigue las drogas... Es un enorme negocio. Reciben enormes presupuestos del Estado cada año los policías, la policía investigativa, los jefes de seguridad... A ninguno de los participantes les interesa mucho que acabe el narcotráfico.
P. Pero, un oficio que fue capaz de acabar con el presidente de Estados Unidos, ¿cómo se para ante eso?
R. El presidente era uno solo, y era muy poco popular.
P. Y no tenía dinero.
R. Y no tenía dinero. El narcotráfico es una red que ya abarca toda Europa, todo Estados Unidos, toda América Latina, una buena parte del sureste asiático, y ahora también incluye ciertos países de África... Hay una imagen que se utiliza mucho para demostrar la inutilidad de la guerra contra las drogas. La usan, por ejemplo, los agentes de la DEA [el departamento anti estupefacientes de Estados Unidos] que después de veinte años en la lucha acaban decepcionados y dicen que combatir el narcotráfico es como pellizcar un globo de helio por un lado. En seguida acaba el chipote por otro: acabas con el narcotráfico en Bolivia y aparece en Perú. Lo persigues en Perú y aparece en Colombia, y así sucesivamente. Pero la imagen del globo es casi criminalmente incorrecta: la guerra contra las drogas, que es consecuencia de una política de criminalización de la producción y el consumo de narcóticos, produce una especie de sida. Es contagiosa, pasa de un órgano vital a otro, de un cuerpo o país al otro, deja devastación y muerte por donde pasa, y el virus del HIV no se elimina nunca del torrente sanguíneo. Una vez que un país aprende a traficar drogas, quedarán siempre en estado de latencia las redes para traficar armas, mujeres, lo que sea...
P. Una red gigantesca...
R. Y no es fácil investigarla. Pero aparte de que no es fácil, si te vas por ahí persiguiendo hilitos como hicieron Bob Woodward y Carl Bernstein... Persiguiendo un solo hilito fueron a dar con una persona, Nixon... Imagínate cuánta gente tendría que investigar cuántos hilitos para llegar a desenmarañar toda una red mundial...
P. ¿Se atrevería usted?
R. Yo sí me atrevería, pero ese trabajo se hace en equipo, a largo plazo, y con el respaldo absoluto de un medio. Pero, además, no cualquiera puede ser reportera investigativa. Los reporteros investigativos tienen cerebros muy raros.
P. ¿Cómo es ese cerebro?
R. No piensan como lo hacemos los demás. Hay una curva: mientras mejor es un reportero como investigador, peor escribe. Eso es un problema, siempre tienes que poner en el equipo a un reportero investigativo con uno que sepa escribir... Pero son pocos los que tienen esa mente capaz de juntar pedacito con pedacito y no pensar en otras cosas... Como son escasos...
P. Ben Bradlee decía que un reportero necesita energía, "la historia le lleva y es parte de su alma; mientras no la termina no ha acabado". Y Woodward dice que los buenos reporteros no dejan que la velocidad o la impaciencia les rompa una historia.
R. Eso es universalmente válido... Ahora estábamos hablando el taller de la necesidad de ser persistentes a pesar de tener encima la hora de entrega... Aunque yo tengo el lujo de no tener que preocuparme de una hora de entrega todos los días. Siempre hay que perseguir la historia hasta el final de su ciclo, no hasta el final de la historia, puesto que las historias nunca terminan, pero hasta el final de ese ciclo de reportería. Por otro lado, a los que tenemos nuestra edad ya nos resulta difícil mantener esa energía, ese amor absoluto por el oficio.
P. ¿No tiene usted esa energía?
R. Me cuesta más trabajo cada vez renovarla. Pero no porque me haya cansado del oficio sino porque siento que el oficio se está acabando.
P. ¿Tan gravemente?
R. Sí, yo creo que tan gravemente. Creo que realmente ahora somos un poquito dinosaurios.
P. ¿¡Qué me dice!?
R. Yo cada vez tengo menos tiempo para leer. Y además cada día me fascina más la nueva tecnología. Me paso horas en Internet ¡porque es fascinante!
P. ¿Y eso nos convierte en dinosaurios?
R. Nos convierte en dinosaurios porque yo por lo menos escribo para la gente a la que le gusta leer. Nunca le he tomado el tiempo, pero me imagino que para leer un artículo mío una persona le tiene que dedicar una hora seguidita. ¿Quién hoy en día le dedica una hora seguida a un pinche artículo sobre América Latina que no le va a ser para nada?
P. Dice usted que el gran asunto es el narcotráfico. Pero los periodistas no lo pueden hacer. ¿Qué pasa?
R. Es fácil en cualquier guerra encontrar periodistas jóvenes y valientes, hombres y mujeres, que se lanzan a la primera trinchera del frente. "¡Yo voy, yo voy!" Se lanzan porque son jóvenes, porque están convencidos de que no les va a pasar nada, porque confían en tener la maña suficiente como para que no les pase nada, y porque saben por donde vienen las balas... En el narcotráfico tú te metes en un túnel negro y no sabes de dónde te van a disparar. Eso no es lo mismo. Encontrar al reportero valiente, o a la reportera valiente, para eso es muy complicado. Y no es justo que un editor lo exija. Esa es una parte del problema.
P. ¿Y la otra?
R. La otra parte del problema es que en América Latina, desgraciadamente, hay una larga tradición de corrupción. En México y en otros países se tiene que luchar contra el chayote famoso, el dinero que se le reparte cada mes al reportero de la fuente. Y si el narcotráfico es capaz de corromper a la INTERPOL en México, ¿cómo no va a corromper a un pobre periodista que gana ocho mil pesos al mes? ¿Cómo sobreviven los periodistas en el oficio? Esa es la pregunta realmente preocupante en América Latina. Una vez que tú puedes garantizarle la supervivencia económica a una periodista, puedes empezar a pedirle que arriesgue su supervivencia física.
P. O sea que también es una cuestión empresarial.
R. Es completamente empresarial. Además, si tú estás reporteando y tienes la más leve sospecha de que el jefe de sección de política no es que necesariamente simpatice con el narcotráfico, pero que va a tapar la nota para que no meterse en problemas, ¿para qué te arriesgas? Son muchos los niveles que impiden estructuralmente que el narcotráfico se reportee como es debido. Y, sin embargo, se hace bastante; algo sabemos de lo que quieren esconder.
P. ¿Qué ha tenido que pasar para que una gran periodista latinoamericana, quizá la más importante del mundo de habla española, diga que somos unos dinosaurios?
R. Lo que siempre pasa para que entre en extinción un oficio: una nueva tecnología que lo supera.
P. ¿Lo supera tanto como para dejarnos obsoletos?
R. Sí. En cuanto no haya una reacción fundamental en contra de todo lo sea Internet, sí, sí la va a superar. Mira: yo me subo todos los días al sitio de The New York Times en Internet ¡y es una maravilla! ¿Qué soy yo? Soy una cronista que se ocupa de juntar palabras de manera que mis lectores tengan la sensación de haber estado en un lugar, de haber entendido algo importante y se hayan emocionado. Más o menos esa es mi ambición. Bueno, pues en una página del sitio del New York Times tienes la nota, tienes los links, y no necesariamente habrás pasado por un momento trascendental, pero en la misma hora o cuarenta minutos que le dedicas a un texto mío podrás haber elegido entre un menú multimedia muy seductor, muy inmediato, muy informativo, y a veces también muy conmovedor.
P. Pero leer produce una sensación mayor de información, de discernimiento. Discutes con el texto. Lo otro te convierte en un ser pasivo, ¿no?
R. No, no creo que Internet te convierta en un ser pasivo. Creo que viendo la televisión te conviertes en un ser totalmente pasivo. ¿Qué creo? Creo que la acción espiritual de leer, leer comprometidamente como leemos los de nuestra generación todavía y los muchachos a los que doy clase en la Universidad, es un acto espiritual, un acto de profunda comunicación a niveles que no son tangibles ni físicos entre la autora y el lector. Tú terminas un libro o un artículo en el cual te has metido profundamente y has creado otro mundo. Esa experiencia de lectura profunda no se reemplaza con nada. Quizá la gente se dé cuenta de eso en algún momento y redescubra la lectura.
P. O sea que por fin optimista.
R. No: anhelante.
P. Pero usted es de una raza periodística que ha vivido de la verificación, mientras que en Internet hay luces y sombras...
R. Absolutamente, nosotros hemos vivido armando mundos coherentes... Los muchachos tienen esas ganas de navegar (y navegar es la palabra exacta) por la red, navegar infinitamente. Un texto es una escultura, una vasija de barro, una cosa completa y encerrada en sí misma. Y eso seduce todavía a los muchachos en las clases que estoy dictando en la Universidad de Chicago. Y estos chicos a los que he enseñado hoy en el taller me han nombrado un montón de libros que yo no he leído y que ellos han leído con pasión. Visto eso a lo mejor sí estoy siendo demasiado pesimista... Pero, bueno, estamos en medio de esta crisis económica mundial, y esa crisis refuerza la de los medios y yo la resiento, la resiento porque estoy nadando en medio de ella.
P. ¿Cómo hemos llegado a esta crisis?
R. Sin saberlo, sin darnos cuenta, un día aporendimos a usar una computadora... Me acuerdo que escribí mi primer libro en una computadora con letras verdaes, iba clac, clac, clac..., iban apareciendo unas letritas verdes en una pantalla negra... Ninguno de nosotros fue capaz de imaginar lo que iba a pasar entonces. Creo que los medios se montaron muy tarde en el cambio, y eso fue lo que hizo que llegáramos a esta situación. Y otra cosa ha sido que, hasta donde yo entiendo, y no entiendo nada de plata, ningún medio ha sido capaz de aprender a vender en la red algo que los usuarios quieran comprar sin saltarse los anuncios... El día que se descubra eso los medios van a ser hipermillonarios y van a poder tener una cantidad de reporteros repartidos por el mundo, otra vez haciendo cobertura internacional.
P. La red ofrece un instrumento para navegar, pero no es el barco.
R. Cada día es más el barco, y yo no tengo la menor duda de que los periodistas jóvenes van a armar ese barco, le van a poner el velamen, le van a poner el figurón de proa, le van a poner los remos, le van a poner las velas y lo van a llevar adonde sea. No tengo la menor duda de eso.
P. O sea que su generación, que es también la de este periodista que le pregunta, va a tener que decir de veras adiós a Gutenberg del todo...
R. Es que es raro un novelista que produzca una gran obra después de haber cumplido los 60 años. Escasea. ¿Por qué no ha de suceder lo mismo con nosotros, los periodistas?
P. ¿Cómo se hizo usted periodista?
R. Por accidente, en 1978. Mi madre tenía un amigo que era periodista, editor de Latinamerican Newsletters. John Rettie. Necesitaba una persona que le enviara material, y me quiso convencer... Acabé diciéndole que sí. Y le enviaba un resumen de lo que leía en los periódicos... Seis meses más tarde vi en la televisión a un conjunto de gente dichosa en un lugar llamado Managua, acompañando a unos muchos guerrilleros... Acababan de canjear a sus presos encarcelados por la centena de reos que se habían tomado en el edificio del Congreso del dictador Anastasio Somoza. Me dije: "¡Quiero estar ahí mañana!" Pedí dinero prestado para el pasaje. ¡Queria estar ahí! El golpe de Estado de Pinochet en Chile me había deshecho el corazón, y cuando cinco años más tarde se produce esta cosa maravillosa yo me quiero subir al avión y verlo. Llamé a John para decirle que me iba a ausentar, y me preguntó por qué. Para que no se enojara le dije que porque unos periódicos y revistas muy importantes de México me lo habían pedido.
P. Era mentira.
R. Por supuesto. Y él se ofreció a pagar los gastos... Mis maestros fueron mis colegas, que se divirtieron mucho que no era ni siquiera novata sino una loca que había llegado ahí a querer aprender periodismo, o más bien cómo era eso de vivir una revolución haciendo periodismo. Todos los periodistas estaban en el único hotel moderno de Managua, el Intercontinental. Ahí estaba el corresponsal del New York Times de entonces en México, Alan Riding, a quien habían conocido por medio de John Rettie. Le dije: "Ayúdame porque no tengo la menor idea de lo que estoy haciendo aquí". Alan me ayudó, me ayudaron los demás, me fui con la bola, tuve la suerte de llegar a un lugar donde había una bola de periodistas, y le hice la primera entrevista a Sergio Ramírez.
P. Ahí empezó todo.
R. Ahí empezó todo.
P. Y la historia de su trabajo parece una respuesta a Rettie: ha contado América Latina. ¿Qué hace el periodismo por contar que aquí además de problemas hay energía?
R. Una de las cosas que se han de hacer es empezar a vivirnos como latinoamericanos... Tenemos una lengua, una religión, grandes aspectos culturales en común, y hasta hace quince años yo diría que hemos vivido en perfecto aislamiento los unos de los otros, sin instituciones latinoamericanas. Entonces, ¿qué reivindico del Che a estas alturas? Que fue el primer latinoamericano, que se vivió a sí mismo como latinoamericano. ¿Cuántas instituciones latinoamericanas hay? Muy pocas. Creo que la Fundación de Nuevo Periodismo, de la que me enorgullece formar parte, es una de las primeras y de las más importantes instituciones latinoamericanas, porque tenemos talleres a los que acuden periodistas jóvenes de todos los países de América Latina, y conviven y se descubren a sí mismos como latinoamericanos. Eso a mi me parece maravilloso. Crear un periodismo latinoamericano empieza por ahí, por ser conscientes de que existimos como tal. De repente surgen medios latinoamericanos como El Gatopardo, que ha sido muy importante en ese sentido. EL PAÍS ya se puede leer en toda América Latina, porque es un medio iberoamericano... España va descubriendo América Latina como una zona con la que se puede dialogar y como una zona de renovación vital, me atrevo a decir, para una España que lleva demasiados años existiendo en la rutina.
P. Le decía a los estudiantes los errores que cometemos los periodistas. ¿Cuáles son los más graves?
R. El sentimentalismo, la condescendencia, la pobretería. Vamos a reportear siempre a los pobres porque ellos no tienen abogados, no nos van a montar una demanda por lo que digamos de ellos. Insisto en que deberíamos reportear a los ricos con la misma obstinación, pero no lo hacemos porque los ricos tienen poder. Otro error: confundir la denuncia con ser contestatario.
P. ¿Qué aprendió de este oficio, Alma?
R. Del oficio, no sé. Te cuento lo que he aprendido reporteando en este mundo en el que vivo. En América Latina la inmensa mayoría de la población es pobre, y yo por una simple cuestión de representatividad democrática le he dedicado treinta años a escribir sobre esa mayoría. La gente a la que yo he reporteado ha resultado siempre más mañosa, más capaz de sobrevivir, más llena de humor, más irreverente y más sagaz de lo que nosotros pensamos. No viven en la autocompasión, de manera que he intentado no escribir nunca buscando que mis lectores digan: "¡Ay, pobrecitos de los pobres!" Es una región muy vital, llena de gente absolutamente decidida a salir adelante.
P. Dentro de poco, 60 años. ¿Reportera para siempre?
R. De momento, jardinera para siempre. Yo ahorita tengo ganas de regresar a mi jardín... ¿Te acuerdas de ese momento final de Candide, de Voltaire? Candide se encuentra con su viejo amigo el doctor Pangloss y con su amada; después de haber pasado por todas las guerras, desastre, plagas y torturas, Voltaire hace decir a su personaje, Candide: "Y ahora, mis amigos, hay que ir a trabajar al jardín"...
P. ¿Y hemos sido felices en este oficio?
R. Insisto en que este oficio está muriendo porque no le veo alternativa, pero con eso no quiero decir nada patético... Cuando a mi me hagan la entrevista de los últimos de la especie quiero que quede claro que los que ejercimos este oficio vivimos muy felices, muy sabrosamente, que fuimos como Marco Polo, descubridores de nuevos mundos, y que el escribir, el reportear, el viajar, el comer tortas ahogadas en Jalisco y ostras y champán en París, caminar por paisajes que embelesan y conversar con la gente que más ha sufrido o que más alegría ha dado o que más nos ha inspirado a todos, presenciar los hechos que han conmovido al mundo y vivir, como los gatos, siete vidas en una sola..., todo eso ha sido un privilegio y una maravilla.
Ama Guillermo Prieto
JUAN CRUZ
Lo que hace a un buen reportero, decía Ben Bradlee, es la energía. Alma Guillermoprieto (reportera, mexicana, de 59 años) trabajó con él, y responde de las cabezas a los pies a esa exigencia.
Enérgica y latinoamericana.
Escribe para The New Yorker, para National Geographic, para The New York Review of Books, estuvo en la plantilla del Washington Post, y es una reportera que ahora forma parte de la Fundación Nuevo Periodismo que fundó Gabriel García Márquez. El libro Al pie de un volcán te escribo (Plaza y Janés, ahora casi inencontrable) es una suma de algunos de sus mejores reportajes, y es una joya en cuyo caleidoscopio se ve al milímetro el drama de América Latina, su país. Cuando la vimos, en Guadalajara, México, estaba sentada con unos alumnos de periodismo a los que les contaba su experiencia, en la cátedra Julio Cortázar que presiden Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Y luego estuvo con Gabo platicando sobre periodismo y hablando de este oficio ante un grupo amplísimo de personas que la escucharon contar, precisamente, la raíz de su pasión por el periodismo y por América. Ese libro (y otros, Los años en que no fuimos felices, Samba) recoge no sólo su pasión, sino su forma de convertir en metáfora el dolor que ha visto; ahora ha publicado, también, Las guerras en Colombia, y de esa experiencia, que ella siempre vive en primera persona, nació una frase que es como el emblema de su manera de aparecer ante la realidad: "Hoy hace guerrilla, mañana tempestad".
Ha dicho que ese reporterismo suyo, en concreto el de las guerras, le ha permitido acercarse a "La muerte como forma de vida", un asunto que la tuvo metida hasta el cuello en un drama que también era "una vida dichosa atravesada de ráfagas de sufrimiento y de rabia". Una periodista. A los chicos que le escuchaban en la cátedra Cortázar les pidió lo mismo que a los que la escucharon de noche: curiosidad, no quedarse con la primera impresión. Nosotros hablamos con esta mujer pausada y fibrosa después de la clase con los que quisieran imitarla.
"¿Qué tendríamos que hacer los periodistas que no hacemos? Reportear. En América Latina hay el gran tema del narcotráfico"
Pregunta. ¿Qué les ha enseñado a los chicos?
Respuesta. Nada. Les puse a leer sus propios textos, y a criticarse. Como para dejarles con la idea de que el periodismo en comunidad con los lectores, pero también entre ellos mismos. No hay nada más sabroso que juntarse en una cantina un jueves por la tarde una vez al mes a comentar todos los textos de la semana. Eso es un taller. Un taller mío, por lo menos.
P. ¿Qué tendríamos que hacer los periodistas que no estuviéramos haciendo?
R. Reportear. Y en América Latina y en Estados Unidos tenemos el lavado del narcotráfico como gran tema pendiente. He estado viendo The Wire, esta fantástica serie de televisión, y ahí se dice: "Cuando tú, como policías, sigues el hilo de la droga, encuentras droga. Pero cuando investigas sobre el lavado de dinero no sabes a quién vas a descubrir. Y por eso ese trabajo no se hace". Porque a lo mejor das con un secretario de Estado, con el jefe de la basura municipal. Así que en esta guerra absurda contra las drogas no se hace el trabajo más difícil y necesario...
P. ¿Por qué?
R. Porque hay demasiados intereses involucrados. El narcotráfico es un gran negocio para mucha gente: para quien cultivas las drogas, para quien reparte las drogas, para quien reparte las drogas, para quien persigue las drogas... Es un enorme negocio. Reciben enormes presupuestos del Estado cada año los policías, la policía investigativa, los jefes de seguridad... A ninguno de los participantes les interesa mucho que acabe el narcotráfico.
P. Pero, un oficio que fue capaz de acabar con el presidente de Estados Unidos, ¿cómo se para ante eso?
R. El presidente era uno solo, y era muy poco popular.
P. Y no tenía dinero.
R. Y no tenía dinero. El narcotráfico es una red que ya abarca toda Europa, todo Estados Unidos, toda América Latina, una buena parte del sureste asiático, y ahora también incluye ciertos países de África... Hay una imagen que se utiliza mucho para demostrar la inutilidad de la guerra contra las drogas. La usan, por ejemplo, los agentes de la DEA [el departamento anti estupefacientes de Estados Unidos] que después de veinte años en la lucha acaban decepcionados y dicen que combatir el narcotráfico es como pellizcar un globo de helio por un lado. En seguida acaba el chipote por otro: acabas con el narcotráfico en Bolivia y aparece en Perú. Lo persigues en Perú y aparece en Colombia, y así sucesivamente. Pero la imagen del globo es casi criminalmente incorrecta: la guerra contra las drogas, que es consecuencia de una política de criminalización de la producción y el consumo de narcóticos, produce una especie de sida. Es contagiosa, pasa de un órgano vital a otro, de un cuerpo o país al otro, deja devastación y muerte por donde pasa, y el virus del HIV no se elimina nunca del torrente sanguíneo. Una vez que un país aprende a traficar drogas, quedarán siempre en estado de latencia las redes para traficar armas, mujeres, lo que sea...
P. Una red gigantesca...
R. Y no es fácil investigarla. Pero aparte de que no es fácil, si te vas por ahí persiguiendo hilitos como hicieron Bob Woodward y Carl Bernstein... Persiguiendo un solo hilito fueron a dar con una persona, Nixon... Imagínate cuánta gente tendría que investigar cuántos hilitos para llegar a desenmarañar toda una red mundial...
P. ¿Se atrevería usted?
R. Yo sí me atrevería, pero ese trabajo se hace en equipo, a largo plazo, y con el respaldo absoluto de un medio. Pero, además, no cualquiera puede ser reportera investigativa. Los reporteros investigativos tienen cerebros muy raros.
P. ¿Cómo es ese cerebro?
R. No piensan como lo hacemos los demás. Hay una curva: mientras mejor es un reportero como investigador, peor escribe. Eso es un problema, siempre tienes que poner en el equipo a un reportero investigativo con uno que sepa escribir... Pero son pocos los que tienen esa mente capaz de juntar pedacito con pedacito y no pensar en otras cosas... Como son escasos...
P. Ben Bradlee decía que un reportero necesita energía, "la historia le lleva y es parte de su alma; mientras no la termina no ha acabado". Y Woodward dice que los buenos reporteros no dejan que la velocidad o la impaciencia les rompa una historia.
R. Eso es universalmente válido... Ahora estábamos hablando el taller de la necesidad de ser persistentes a pesar de tener encima la hora de entrega... Aunque yo tengo el lujo de no tener que preocuparme de una hora de entrega todos los días. Siempre hay que perseguir la historia hasta el final de su ciclo, no hasta el final de la historia, puesto que las historias nunca terminan, pero hasta el final de ese ciclo de reportería. Por otro lado, a los que tenemos nuestra edad ya nos resulta difícil mantener esa energía, ese amor absoluto por el oficio.
P. ¿No tiene usted esa energía?
R. Me cuesta más trabajo cada vez renovarla. Pero no porque me haya cansado del oficio sino porque siento que el oficio se está acabando.
P. ¿Tan gravemente?
R. Sí, yo creo que tan gravemente. Creo que realmente ahora somos un poquito dinosaurios.
P. ¿¡Qué me dice!?
R. Yo cada vez tengo menos tiempo para leer. Y además cada día me fascina más la nueva tecnología. Me paso horas en Internet ¡porque es fascinante!
P. ¿Y eso nos convierte en dinosaurios?
R. Nos convierte en dinosaurios porque yo por lo menos escribo para la gente a la que le gusta leer. Nunca le he tomado el tiempo, pero me imagino que para leer un artículo mío una persona le tiene que dedicar una hora seguidita. ¿Quién hoy en día le dedica una hora seguida a un pinche artículo sobre América Latina que no le va a ser para nada?
P. Dice usted que el gran asunto es el narcotráfico. Pero los periodistas no lo pueden hacer. ¿Qué pasa?
R. Es fácil en cualquier guerra encontrar periodistas jóvenes y valientes, hombres y mujeres, que se lanzan a la primera trinchera del frente. "¡Yo voy, yo voy!" Se lanzan porque son jóvenes, porque están convencidos de que no les va a pasar nada, porque confían en tener la maña suficiente como para que no les pase nada, y porque saben por donde vienen las balas... En el narcotráfico tú te metes en un túnel negro y no sabes de dónde te van a disparar. Eso no es lo mismo. Encontrar al reportero valiente, o a la reportera valiente, para eso es muy complicado. Y no es justo que un editor lo exija. Esa es una parte del problema.
P. ¿Y la otra?
R. La otra parte del problema es que en América Latina, desgraciadamente, hay una larga tradición de corrupción. En México y en otros países se tiene que luchar contra el chayote famoso, el dinero que se le reparte cada mes al reportero de la fuente. Y si el narcotráfico es capaz de corromper a la INTERPOL en México, ¿cómo no va a corromper a un pobre periodista que gana ocho mil pesos al mes? ¿Cómo sobreviven los periodistas en el oficio? Esa es la pregunta realmente preocupante en América Latina. Una vez que tú puedes garantizarle la supervivencia económica a una periodista, puedes empezar a pedirle que arriesgue su supervivencia física.
P. O sea que también es una cuestión empresarial.
R. Es completamente empresarial. Además, si tú estás reporteando y tienes la más leve sospecha de que el jefe de sección de política no es que necesariamente simpatice con el narcotráfico, pero que va a tapar la nota para que no meterse en problemas, ¿para qué te arriesgas? Son muchos los niveles que impiden estructuralmente que el narcotráfico se reportee como es debido. Y, sin embargo, se hace bastante; algo sabemos de lo que quieren esconder.
P. ¿Qué ha tenido que pasar para que una gran periodista latinoamericana, quizá la más importante del mundo de habla española, diga que somos unos dinosaurios?
R. Lo que siempre pasa para que entre en extinción un oficio: una nueva tecnología que lo supera.
P. ¿Lo supera tanto como para dejarnos obsoletos?
R. Sí. En cuanto no haya una reacción fundamental en contra de todo lo sea Internet, sí, sí la va a superar. Mira: yo me subo todos los días al sitio de The New York Times en Internet ¡y es una maravilla! ¿Qué soy yo? Soy una cronista que se ocupa de juntar palabras de manera que mis lectores tengan la sensación de haber estado en un lugar, de haber entendido algo importante y se hayan emocionado. Más o menos esa es mi ambición. Bueno, pues en una página del sitio del New York Times tienes la nota, tienes los links, y no necesariamente habrás pasado por un momento trascendental, pero en la misma hora o cuarenta minutos que le dedicas a un texto mío podrás haber elegido entre un menú multimedia muy seductor, muy inmediato, muy informativo, y a veces también muy conmovedor.
P. Pero leer produce una sensación mayor de información, de discernimiento. Discutes con el texto. Lo otro te convierte en un ser pasivo, ¿no?
R. No, no creo que Internet te convierta en un ser pasivo. Creo que viendo la televisión te conviertes en un ser totalmente pasivo. ¿Qué creo? Creo que la acción espiritual de leer, leer comprometidamente como leemos los de nuestra generación todavía y los muchachos a los que doy clase en la Universidad, es un acto espiritual, un acto de profunda comunicación a niveles que no son tangibles ni físicos entre la autora y el lector. Tú terminas un libro o un artículo en el cual te has metido profundamente y has creado otro mundo. Esa experiencia de lectura profunda no se reemplaza con nada. Quizá la gente se dé cuenta de eso en algún momento y redescubra la lectura.
P. O sea que por fin optimista.
R. No: anhelante.
P. Pero usted es de una raza periodística que ha vivido de la verificación, mientras que en Internet hay luces y sombras...
R. Absolutamente, nosotros hemos vivido armando mundos coherentes... Los muchachos tienen esas ganas de navegar (y navegar es la palabra exacta) por la red, navegar infinitamente. Un texto es una escultura, una vasija de barro, una cosa completa y encerrada en sí misma. Y eso seduce todavía a los muchachos en las clases que estoy dictando en la Universidad de Chicago. Y estos chicos a los que he enseñado hoy en el taller me han nombrado un montón de libros que yo no he leído y que ellos han leído con pasión. Visto eso a lo mejor sí estoy siendo demasiado pesimista... Pero, bueno, estamos en medio de esta crisis económica mundial, y esa crisis refuerza la de los medios y yo la resiento, la resiento porque estoy nadando en medio de ella.
P. ¿Cómo hemos llegado a esta crisis?
R. Sin saberlo, sin darnos cuenta, un día aporendimos a usar una computadora... Me acuerdo que escribí mi primer libro en una computadora con letras verdaes, iba clac, clac, clac..., iban apareciendo unas letritas verdes en una pantalla negra... Ninguno de nosotros fue capaz de imaginar lo que iba a pasar entonces. Creo que los medios se montaron muy tarde en el cambio, y eso fue lo que hizo que llegáramos a esta situación. Y otra cosa ha sido que, hasta donde yo entiendo, y no entiendo nada de plata, ningún medio ha sido capaz de aprender a vender en la red algo que los usuarios quieran comprar sin saltarse los anuncios... El día que se descubra eso los medios van a ser hipermillonarios y van a poder tener una cantidad de reporteros repartidos por el mundo, otra vez haciendo cobertura internacional.
P. La red ofrece un instrumento para navegar, pero no es el barco.
R. Cada día es más el barco, y yo no tengo la menor duda de que los periodistas jóvenes van a armar ese barco, le van a poner el velamen, le van a poner el figurón de proa, le van a poner los remos, le van a poner las velas y lo van a llevar adonde sea. No tengo la menor duda de eso.
P. O sea que su generación, que es también la de este periodista que le pregunta, va a tener que decir de veras adiós a Gutenberg del todo...
R. Es que es raro un novelista que produzca una gran obra después de haber cumplido los 60 años. Escasea. ¿Por qué no ha de suceder lo mismo con nosotros, los periodistas?
P. ¿Cómo se hizo usted periodista?
R. Por accidente, en 1978. Mi madre tenía un amigo que era periodista, editor de Latinamerican Newsletters. John Rettie. Necesitaba una persona que le enviara material, y me quiso convencer... Acabé diciéndole que sí. Y le enviaba un resumen de lo que leía en los periódicos... Seis meses más tarde vi en la televisión a un conjunto de gente dichosa en un lugar llamado Managua, acompañando a unos muchos guerrilleros... Acababan de canjear a sus presos encarcelados por la centena de reos que se habían tomado en el edificio del Congreso del dictador Anastasio Somoza. Me dije: "¡Quiero estar ahí mañana!" Pedí dinero prestado para el pasaje. ¡Queria estar ahí! El golpe de Estado de Pinochet en Chile me había deshecho el corazón, y cuando cinco años más tarde se produce esta cosa maravillosa yo me quiero subir al avión y verlo. Llamé a John para decirle que me iba a ausentar, y me preguntó por qué. Para que no se enojara le dije que porque unos periódicos y revistas muy importantes de México me lo habían pedido.
P. Era mentira.
R. Por supuesto. Y él se ofreció a pagar los gastos... Mis maestros fueron mis colegas, que se divirtieron mucho que no era ni siquiera novata sino una loca que había llegado ahí a querer aprender periodismo, o más bien cómo era eso de vivir una revolución haciendo periodismo. Todos los periodistas estaban en el único hotel moderno de Managua, el Intercontinental. Ahí estaba el corresponsal del New York Times de entonces en México, Alan Riding, a quien habían conocido por medio de John Rettie. Le dije: "Ayúdame porque no tengo la menor idea de lo que estoy haciendo aquí". Alan me ayudó, me ayudaron los demás, me fui con la bola, tuve la suerte de llegar a un lugar donde había una bola de periodistas, y le hice la primera entrevista a Sergio Ramírez.
P. Ahí empezó todo.
R. Ahí empezó todo.
P. Y la historia de su trabajo parece una respuesta a Rettie: ha contado América Latina. ¿Qué hace el periodismo por contar que aquí además de problemas hay energía?
R. Una de las cosas que se han de hacer es empezar a vivirnos como latinoamericanos... Tenemos una lengua, una religión, grandes aspectos culturales en común, y hasta hace quince años yo diría que hemos vivido en perfecto aislamiento los unos de los otros, sin instituciones latinoamericanas. Entonces, ¿qué reivindico del Che a estas alturas? Que fue el primer latinoamericano, que se vivió a sí mismo como latinoamericano. ¿Cuántas instituciones latinoamericanas hay? Muy pocas. Creo que la Fundación de Nuevo Periodismo, de la que me enorgullece formar parte, es una de las primeras y de las más importantes instituciones latinoamericanas, porque tenemos talleres a los que acuden periodistas jóvenes de todos los países de América Latina, y conviven y se descubren a sí mismos como latinoamericanos. Eso a mi me parece maravilloso. Crear un periodismo latinoamericano empieza por ahí, por ser conscientes de que existimos como tal. De repente surgen medios latinoamericanos como El Gatopardo, que ha sido muy importante en ese sentido. EL PAÍS ya se puede leer en toda América Latina, porque es un medio iberoamericano... España va descubriendo América Latina como una zona con la que se puede dialogar y como una zona de renovación vital, me atrevo a decir, para una España que lleva demasiados años existiendo en la rutina.
P. Le decía a los estudiantes los errores que cometemos los periodistas. ¿Cuáles son los más graves?
R. El sentimentalismo, la condescendencia, la pobretería. Vamos a reportear siempre a los pobres porque ellos no tienen abogados, no nos van a montar una demanda por lo que digamos de ellos. Insisto en que deberíamos reportear a los ricos con la misma obstinación, pero no lo hacemos porque los ricos tienen poder. Otro error: confundir la denuncia con ser contestatario.
P. ¿Qué aprendió de este oficio, Alma?
R. Del oficio, no sé. Te cuento lo que he aprendido reporteando en este mundo en el que vivo. En América Latina la inmensa mayoría de la población es pobre, y yo por una simple cuestión de representatividad democrática le he dedicado treinta años a escribir sobre esa mayoría. La gente a la que yo he reporteado ha resultado siempre más mañosa, más capaz de sobrevivir, más llena de humor, más irreverente y más sagaz de lo que nosotros pensamos. No viven en la autocompasión, de manera que he intentado no escribir nunca buscando que mis lectores digan: "¡Ay, pobrecitos de los pobres!" Es una región muy vital, llena de gente absolutamente decidida a salir adelante.
P. Dentro de poco, 60 años. ¿Reportera para siempre?
R. De momento, jardinera para siempre. Yo ahorita tengo ganas de regresar a mi jardín... ¿Te acuerdas de ese momento final de Candide, de Voltaire? Candide se encuentra con su viejo amigo el doctor Pangloss y con su amada; después de haber pasado por todas las guerras, desastre, plagas y torturas, Voltaire hace decir a su personaje, Candide: "Y ahora, mis amigos, hay que ir a trabajar al jardín"...
P. ¿Y hemos sido felices en este oficio?
R. Insisto en que este oficio está muriendo porque no le veo alternativa, pero con eso no quiero decir nada patético... Cuando a mi me hagan la entrevista de los últimos de la especie quiero que quede claro que los que ejercimos este oficio vivimos muy felices, muy sabrosamente, que fuimos como Marco Polo, descubridores de nuevos mundos, y que el escribir, el reportear, el viajar, el comer tortas ahogadas en Jalisco y ostras y champán en París, caminar por paisajes que embelesan y conversar con la gente que más ha sufrido o que más alegría ha dado o que más nos ha inspirado a todos, presenciar los hechos que han conmovido al mundo y vivir, como los gatos, siete vidas en una sola..., todo eso ha sido un privilegio y una maravilla.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)