jueves, 8 de abril de 2010

El Señor de La Piedad del Pueblo de Jurica


El Señor de La Piedad
Del Pueblo de Jurica


José Félix Zavala

Esta “Velación” al Señor de La Piedad en el pueblo de Jurica es uno de los eventos religiosos y culturales únicos en nuestro estado y ciudad, que no ha tenido la repercusión nacional e internacional que le corresponde.


Señor de La Piedad:
Salva a los atribulados
Compadécete de los humildes
Levanta a los caídos
Muéstrate a los necesitados
Vuelve a los extraviados de tu pueblo
Alimenta a los hambrientos…


El pueblo de Jurica o lugar de La Salud, resiste en medio de dos emporios civilizatorios occidentales, su secreto, El Señor de La Piedad, que este Viernes Santo siguió manteniendo la cultura milenaria mesoamericana en todo su esplendor y con ella su fe.

Su antigua capilla, sus dos “calvarios”, su sacristía, más su mezquite milagroso, que se enreda entre el exterior e interior del templo y los contornos, fueron adornados con papel dorado, al puro estilo mesomericano, como nos narran los códices.

En el templo “nuevo” la tarde del Viernes Santo y el sábado, estuvo tendido como un príncipe y cubierto con una hermosa y gigantesca capa negra bordada, El Señor de La Piedad, el hijo del Dios vivo había sido sacrificado; mientras el copal oloroso nublaba la escena, los coros y los rezos, con la entonación propia de quien vela con dolor, lo invocan, las jaulas con parejas de torcazas, llorando al unísono, señalan prisioneros a los pobladores milenarios de un territorio y un pueblo que se ha venido arrinconando junto con su cultura madre, resistiéndose a morir.

En la capilla antigua “La Dolorosa” recibe el duelo, en las capillas pozas o “calvarios” bellamente decorados se anuncia al estilo mesoamericano el luto que cubre al pueblo de Jurica.

Desde Santa María Magdalena hasta Juriquilla fueron sus dominios y sus conquistas llegaban a la Velacion, lo mismo que desde Tlacote, San Miguelito, la zona aledaña al Pueblito, la región que hoy conocemos como San José de Los Olvera, la región del Mezquital o Los Apaseos y hasta del Valle de México.

Como todo pueblo originario y milenario camina en procesión con El Señor de La Piedad, durante todos los cinco días perdidos o en la llamada Semana Mayor.

Este sábado antes llamado de “gloria”, se realiza la “bendición del atole” y la quema de los Judas, es la convivencia comunitaria de un pueblo milenario que se distribuye organizadamente.

Unas mujeres lloran y acompañan al Señor de La Piedad, otras preparan los alimentos para todo el pueblo; Los varones corren de un lado a otro, al mando del mayordomo dando puntual cumplimiento a sus actividades para los adornos, la banda, el castillo, la fiesta que reúne y unifica.


Todos, al platicar sobre la fiesta y sus costumbres, recuerdan y dicen “mis abuelos me contaron…”


Que el mezquite que se enreda entre las paredes del templo, que florece aún, fue la salvación de muchos de ellos durante la gran inundación, dicen otros…
Fue la Nochebuena de 1672 cuando varios pastores reunidos alrededor de una fogata descubrieron que el tronco de un arbusto de Tepame, no se consumía entre las brasas.

Al retirarlo de la hoguera descubrieron que la madera se asemejaba a una figura humana.

Era un Cristo milagroso.

Eso cuentan nuestros antepasados, que muchos tratan de leyenda, después siguen narrando, llegaron unos peregrinos que dijeron ser talladores de imágenes y a ellos les dijeron, ah pues tenemos esto...y los visitantes le dieron el acabado.

La imagen viajó por varios poblados, para finalmente quedar bajo el resguardo del pueblo de Aramutarillo, lugar que finalmente cambió de nombre por el de La Piedad.

A los purépechas habitantes del poniente de Querétaro llegó esta devoción, que tiene su fiesta cada Nochebuena.

domingo, 4 de abril de 2010

Hacienda La Llave


Laura Olguín


San Juan del Río, Qro.- La primera propietaria del mayorazgo de La Llave fue Beatriz de Andrada y Cervantes desde 1585 que lo constituye, que hereda a su sobrino Lucas de Lara Cervantes; citó en conferencia la antropóloga Aurora Castillo Escalona, el pasado sábado en las instalaciones de la Hacienda de La Llave.


Al inicio de la ponencia la Sra. Castillo, basada en minuciosa investigación que ha venido realizando en varios documentos del Archivo General de la Nación, entre otros, para entrar al tema del Mayorazgo de La Llave, citó interesantes datos desde la situación de San Juan del Río antes de la llegada de los españoles, la instauración del virreinato y la primera etapa de colonización de San Juan del Río, la que dijo, estuvo ligada a la encomienda de Jilotepec que hasta 1533 quedó a tres encomenderos: Hernando de Castilla, Francisco de Quevedo y Juan Núñez Sedeño.


Posteriormente estuvo a cargo de Juan Jaramillo Salvatierra, capitán de conquista. "A su muerte la encomienda quedó dividida en dos partes: una en propiedad de doña María (hija de Jaramillo y de Malitzin) y su esposo Luis de Quesada, quienes entraron en posesión en la mitad de la encomienda en el año de 1563, que pasó a su hijo Pedro de Quesada en el año de 1575 que conservó hasta 1604; y otra mitad de la encomienda, en 1550, a Beatriz de Andrada, segunda esposa y viuda de Jaramillo, y a su esposo Francisco de Velasco, hermano del virrey Luis de Velasco, quienes no tuvieron descendencia, por lo que su parte pasó a la Corona.


Y así la Sra. Escalona, citó que la primera dueña del mayorazgo de La Llave fue Beatriz de Andrada Cervantes, quien formó parte de la aristocracia novohispana, nacida en Burguillos España en 1513... En primeras nupcias se casó con Juan Jaramillo Capitán de conquista de Hernán Cortés, al enviudar se casó con Francisco Velasco, de quien también enviudó... por ambos enlaces reúne una posición de prestigio social, económico y político, "con sus propiedades logra un contexto social y económico privilegiado en la región de San Juan del Río, dando inicio el mayorazgo de La Llave en 1585, una de las propiedades más importantes de Querétaro".


Juan Jaramillo, por agradecimiento al apoyo en las diferentes luchas hasta la toma de Tenochtitlán, recibe por parte de Hernán Cortes, la encomienda en Jilotepec. Se casa con Marina a quien erróneamente conocemos como "La Malinche", ya que, cita la antropóloga Castillo Escalona "con ese nombre se le reconocía a Cortés, no a ella, a él, porque andaba con Malitzin" quien le sirvió como intérprete y fue un elemento muy importante, con quien tuvo un hijo a quien llamó Martín.Posteriormente doña Marina (La Malinche) se casa con Juan Jaramillo, quienes vivieron en la Cd. De México, y tienen una hija que se llamó María, (La Malinche muere en 1532). Juan Jaramillo se vuelve a casar con Beatriz de Andrada y Cervantes, quienes vinieron a radicar a la Nueva España, asentándose en términos del Pueblo de San Juan del Río, y ellos, no tuvieron hijos. Al enviudar Beatriz de Andrada, astuta, dice "la encomienda me corresponde" y es como entra en pleito con doña María (hija de Doña Marina y Juan Jaramillo); finalmente la decisión es que la encomienda se partiera en dos, y así, la mitad queda para Beatriz de Andrada y la otra para María Jaramillo.


María se casa con el español Luís de Quezada y Beatriz de Andrada, al enviudar de Jaramillo se casa con Francisco de Velasco. María y Luis tienen un hijo a quien llaman Pedro de Quezada, quien viene a ser el cuarto encomendero de Jilotepec, uno de los hombres más ricos con más tierras en San Juan del Río en el siglo XVI.


Beatriz no tiene hijos. Así "estaba estipulado que las tierras regresaran a la corona de España, así se convierten en tierras realengas, es decir, que pertenecían al Rey".


Finalmente, quien funda el mayorazgo es Beatriz de Andrada quien tiene muchas propiedades que las que vincula en mayorazgo (suma de tierras y bienes). Con las tierras de los dos personajes que fueron sus esposos y las de ella hace una gran propiedad a la que va a constituir como mayorazgo en 1585, y que al final logra con todas esas propiedades, hasta 1613.


En 1856 hay información sobre un dueño (de la ahora Hacienda de La Llave) con el nombre de José Leonel Gómez de Cervantes y la Higuera, a quien corresponde cumplir con la ley de desamortización de los comunales conocida como Ley Lerdo de Tejada. En este mismo siglo Francisco Iturbe compra la casa principal y las tierras colindantes y manda destruirla y construir otra a 500 metros de distancia al norte, copia del estilo arquitectónico de Francia plasmado en el palacio de Versalles. Este palacio o casa es la construcción que se conoce hoy en día.

La construcción contaba con espacios para la casa habitación donde llegaban los dueños y familiares, aposentos para el administrador, patios posteriores, troje para el almacenamiento del grano, cuartos para los utensilios de trabajo y cuartos para algunos de los trabajadores. Finalizó.

sábado, 3 de abril de 2010

La Ciudad Barroca de Querétaro


De un pequeño pueblo de indios, Querétaro creció hasta convertirse en el siglo XVII en la tercera ciudad de la Nueva España, por el número de sus habitantes.



Hay varias descripciones de Querétaro en los documentos de los siglos XVII y XVIII. A continuación citaré algunos de estos escritos. Pasear por las calles de Querétaro era una experiencia estética de primer orden, como fácilmente podemos percibir a través de las fuentes literarias que siguen.



La primera de las descripciones seleccionadas fue redactada por el fraile franciscano Alonso de La Rea. Fue impresa en la ciudad de México en 1643.



A mediados del siglo XVII Querétaro estaba en pleno crecimiento. Llegaban muchos colonos desde las poblaciones hacia el sur. Probablemente tenía más de 5,000 habitantes en estos años, entre los indios (siempre una mayoría en el Querétaro barroco), los españoles, los negros y las personas de sangre mezclada.



Está el pueblo de Querétaro treinta leguas de la ciudad de México, hacia el Poniente, situada en la falda de una pequeña cuesta, cuya población se divide mitad arriba y mitad abajo. El sitio es montuoso, pero tan fértil que puede competir con los mejores de Italia.



Está todo cercado y rodeado de montes muy altos, y así su población, huertas y labores, vienen a estar en una rinconada, tan breve y tan corta que sólo su fertilidad puede sustentar tan numerosa población. Es de casi cuatrocientos vecinos españoles (sin la otra gente que es mucha) todos de caudal y porte, divididos en sus calles a lo político y popular. Sus casas muy complicadas así de lo material como de lo necesario: y así todas en general tienen agua de pie y las más, huertas y viñas con sus huertos y recreos que sin encarecimiento, pueden competir con los Ibleos (sic pro hibleos) y celebrados pensiles de Grecia y de Babilonia.



Tiene seis conventos fundados: de N. P. San Francisco, de sus Descalzos, de Carmelitas y padres de la Compañía, el hospital que tienen los hermanos de Huastepec y el de las monjas de Santa Clara (...) Cada uno de estos conventos tienen cosas memorables así por los edificios como por la autoridad y que pedían mayor relación, pero remítola a otras plumas.



Treinta y siete años después de la impresión de las citadas palabras de La Rea, el brillante matemático, astrónomo, historiador, poeta y cosmógrafo don Carlos de Sigüenza y Góngora, publicó su famosa obra Glorias de Querétaro, para conmemorar el estreno de la iglesia de la Congregación de la Virgen de Guadalupe.



Sigüenza, después de describir el contorno natural y los campos de cultivo en el valle queretano, se refiere a la orgullosa ciudad barroca (ya podemos hablar de Querétaro como ciudad, pues en 1656 el virrey concedió el título de "Muy Noble y Leal" ciudad de Querétaro después de una fuerte donación a las arcas reales. La confirmación del rey se dió hasta 1712, gracias a otra aportación pecuniaria del vecindario queretano).

Todo lo que no ocupan las labores es el sitio de la ciudad que promedia este río, siendo la parte inferior la comunidad de los indios, y la superior el lugar de los españoles, cuyo número distribuido por las vecindades y humeros llegará a quinientos, no comprendiendo los indios, negros, mulatos y mestizos, que son muchos. Las casas materiales, de que la población se compone, regularmente son de un terrado, pero lo que les falta de altura les sobra de capacidad y grandeza. No hay alguna, por pequeña que sea, que no tenga agua de pie o de la que brota en los pozos, o de la que se les comunica por atarjeas de cal y piedra en que se pasea por todas las calles de la ciudad (...), siguiéndose de esta conveniencia, y de la fertilidad del terruño, el que en todas haya deliciosos jardines y agradables abundantísimas huertas. No le excede México (que es ponderación más que grande) en poseer los matizados tesoros de Amalthea en cuantas flores, ya sean naturales de estos países, ya originarias de las alcuñas de Europa, son entretenimiento apacible de la vista, y regalo suavísimo del olfato. No se necesita de que de otras partes se le conduzcan frutas, porque en cualquiera huerta de la ciudad hallará el criollo chirimoyas, aguacates, zapotes blancos, plátanos, guayabas, garambullos, pitayas, ciruelas, tunas diferentísimas; y no echará de menos el gachupín sus celebrados y suspirados duraznos, granadas, membrillos, brevas, albérchigos, chabacanos, manzanas, peras, naranjas y limones de varias especies; de todas las cuales frutas, o las más de ellas se hacen conservas de tan sabroso punto, cuanta es la abundancia con que por todos estos reinos se distribuyen. No faltan las cañas dulces, melones, sandías y de todo género de hortalizas, sin exceptuar las escarolas, betorragas, el cardo y los espárragos, hay copia sobradísima de uvas de todos géneros, así en viñas dilatadas como en parras frondosas; y nada se echa menos, no sólo de lo preciso, sino aún de lo delicioso para conservación de la vida, sirviendo esto de medio eficaz para que insensiblemente pasase Querétaro de pueblo no muy grande a ser ciudad magnífica y numerosa (...)



No es el menor lustre de la ciudad de Querétaro, la munificencia con que se emplea en el divino culto, omito el referirlo cuando son tan notorias sus fiestas anuales, sus procesiones penitentes, sus cofradías devotas, sus capellanías perpetuas y sus memorias piadosas. Siete eran las iglesias en que como siete columnas estribaba allí todo el empireo en que asiste la sabiduría del Padre. La primera, la parroquia del convento de Santiago de la Regular Observancia de N.P.S. Francisco, cuyo curato y beneficio es tan pingüe, que sustentando un número crecido de religiosos, sobra mucho al fin del trienio para la fábrica. El religiosísimo de San Buenaventura de la Cruz de los Milagros de la Recolección de la misma orden. El de San Antonio de Padua, de la descalcez seráfica. El de la Reforma de Nuestra Señora del Carmen. El Colegio de la Compañía de Jesús, donde se lee gramática. El hospital real de que cuidan los hermanos de San Hipólito. El convento real de Santa Clara de Jesús, en donde como en regalía suya nombra capellanías su majestad, que administran los religiosos de su hábito, y en donde como en un remedo del paraíso siguen al cordero divino ciento y veinte vírgenes, que como esposas queridas las adorna con la hermosa plenitud de las perfecciones. Decir la majestad de sus fábricas, portadas y torres, cimborrios, altares, sagrarios, relicarios, ornamentos, preseas, reliquias, riqueza, adorno, indulgencias, jubileos y gracias, fuera asunto muy lleno para cualquiera pluma que quisiera emplearse en prolija historia. Lo que yo aseguro es que, siendo México una de las ciudades que en todo el ámbito de la tierra poseen templos con igualdad suntuosos y perfectos, puede Querétaro correr al lado de México en tan sagrado estadio. A estas grandezas por todas partes cabales, dio heroico realce la nueva iglesia de presbíteros seculares, que en honra de María santísima en su advocación de Guadalupe de México, se perfeccionó y dedicó en estos días, con las circunstancias y majestuosa pompa que admiré presente y que remito a la posteridad en esta desaliñada narración de lo que fui testigo.

Una hermosa y barroquísima descripción de la ciudad se encuentra en un libro sobre las recién construidas obras hidráulicas de Querétaro y las fiestas dedicatorias, escrito por el padre jesuita Francisco Antonio Navarrete en 1738 e impreso el año siguiente. Seguía creciendo la ciudad en esos tiempos; según el estudio demográfico de Super, la población de Querétaro aumentó hasta más de 25,000 hacia mediados del siglo.

Es la muy noble y leal ciudad de Santiago de Querétaro, entre todas las ciudades que pueblan este continente septentrional, si no la más poblada por la templanza de su cielo y distribución admirable de sus aguas, la más florida; porque la arboleda, que en forma de media luna la rodea, la hace tan amena y vistosa, que los cinco sentidos tienen su especial deleite al gozar de su amenidad y hermosura. El paladar se recrea con el gusto de tantas diferencias de frutas, sin dar sentencia a favor de ninguna, porque todas son exquisitas (...)



El olfato tiene su especial recreo en la vegetable república de las flores; porque siendo tan varias y tan hermosas, se mantienen ya unas, y ya otras, todo el año; sin que lo erizado del invierno pueda marchitar ni el encendido color de las rosas ni la candidez de las azucenas, dándoles humo de narices con su olor suave al diciembre rígido y al helado enero.

Los pintados pajarillos (ramilletes volantes) divierten con su canto continuamente los oídos; porque como cada casa es una maceta de flores, cada jardín una primavera, y cada huerta un Paraíso, toda la ciudad es una jaula, en que sin más cuidado que abrir los oídos, se percibe con deleite aquella música, que por componerse de avecillas inocentes, no puede menos el corazón, que elevarse y apetecer la celestial música que es divina, porque sigue los armónicos y soberanos puntos del Cruzado.

El tacto tiene su singular delicia en las frutas, tan hermosas y varias que toca, y en las matizadas y suaves flores que manosea. Pero el sentido que más percibe la amenidad y hermosura de Querétaro (sin duda por más noble) es el de la vista (...)

Este hermoso país visto desde la Loma, causa tanto agrado a los ojos, que faltan colores a la retórica para pintar con propiedad lo que tan amena ciudad encierra dentro de tan florido círculo para el recreo; porque al registrar una ciudad, que al compás de los edificios descuellan los árboles que la matizan, imprime en la fantasía una tan agradable, aunque opuesta armonía de pareceres, que al ver sólo la mitad de los templos, los chapiteles de las torres y las azoteas de las casas empinarse sobre los árboles y las flores, imagina la fantasía, que lo enmarañado y tupido de la arboleda es un ondeado mar de verdes esmeraldas que mantiene sobre su en-ojada espalda una grande flota de navíos, que aunque parece están en calma por haber dado fondo los blancos edificios, tal vez imagina que navegan, cuando el viento al mover las copas de los árboles, engaña la vista para que presuma que son las olas, que azota el aire, dándoles a los navíos de cal y canto un engañoso y aparente movimiento.



La descripción de Villaseñor y Sánchez salió de la imprenta siete años después del libro del jesuita Navarrete, en 1746. Villaseñor, citando registros parroquiales, nos informa que había entonces 2,805 familias de indígenas otomíes en la ciudad de Querétaro, así como 3,004 familias de españoles, mestizos y mulatos. Este autor multiplica el total de familias por ocho para obtener una población total de 46,472 individuos. En un estudio moderno, John C. Super utiliza un factor de conversión más realista de 4.6, el cual nos daría una población de aproximadamente 26,721 habitantes para la ciudad.

La capital, que es Querétaro, es la más hermosa, grande y opulenta ciudad que tiene el arzobispado de México, así por los muchos templos de suntuosa fábrica que le adornan, orden de sus calles y plazas, perfectos edificios de casas, crecido número de familias de españoles y demás calidades, estado eclesiástico y secular, como su buen temperamento, abundancia y amenidad.
Hállase situada esta ciudad a la falda de una loma, que hoy se nombra el cerro de la Santa Cruz, extendiéndose la mayor parte de su población de Oriente, dista de la capital México cuarenta y dos leguas, elevándose el polo septentrional en veinte y un grados, treinta minutos. Situado, pues, su hermoso plantel, y supuesto que la mayor parte de su población es de Oriente a Poniente, se abriga de Norte a Sur con un cerro que la defiende, y desde donde principia su célebre cañada, cuyo delicioso país, frondosas campiñas y divertibles huertas causan recreación a la vista, fertilizadas de las aguas de un caudaloso río, e introducidas por conductos secretos, reducidas a doce surcos, que corren por la acequia madre; y de este beneficio gozan más de dos mil casas y en ellas otras tantas huertas y jardines abundantes de varias especies de flores y frutos así regionales como de Castilla (...)

De las tres plazas que tiene la ciudad salen todas las calles en que se dilata, cruzadas a los cuatro vientos principales, que la hacen hermosamente repartida y fácil el giro de su vecindario; su mayor largueza corre de Oriente a Poniente y de Sur a Norte su anchura.

En la primavera de 1764 el franciscano español Francisco de Ajofrín pasó un mes en Querétaro. Como los demás visitantes escritores, quedó impresionado por esta ciudad encantadora:

Es Querétaro hermosa, grande, opulenta y amena ciudad del arzobispado de México, y última, por ese rumbo, de su jurisdicción. Hállese situada a la falda de una loma que se nombra de Santa Cruz, donde está fundado el colegio de Padres Crucíferos. Dista de México 46 leguas. Se halla en 21 grados y 30 minutos de latitud. Su población se extiende de oriente a poniente más que de norte a sur, y la desigualdad del terreno en declive, por el rumbo dicho no permite que sus calles sean perfectamente niveladas. A la banda del norte está defendido de un cerro muy elevado, y en su profundidad hay un valle extendido y capaz, que llaman La Cañada, fertilísima y deliciosa por sus muchas huertas y natural amenidad. Por lo profundo de La Cañada corre un caudaloso y cristalino río, cuyas aguas, divididas en acequias, riegan y fertilizan la parte baja de la ciudad, quedando la superior sin este beneficio; aunque tiene el equivalente, y aún mejorado, por la bondad de sus aguas, con el acueducto y magnífica fábrica del puente que a sus expensas labró poco ha el marqués del Villar del Aguila, don Julio Antonio de Urrutia y Arana, de tanta elevación, que siendo el colegio de Padres Crucíferos lo más alta de la ciudad, como ya queda insinuado, la cogen los padres en los claustros altos y en sus propias celdas sin bajar las escaleras; cosa rara y que no he visto en ningún otro convento (...).



La última descripción que citaré aquí fue redactada por Antonio de Ulloa, comandante de la última de las flotas de Indias). Estuvo en Querétaro en 1777. Un censo del mismo año indica que había más de 25,581 habitantes en la ciudad. Otras cifras del último cuarto del siglo XVIII varían entre 36,000 y 47,000. Zelaa supone que había más de 50,000 en la ciudad en la primera década del siglo XIX (37). Ulloa nos dejó su impresión de la ciudad, la cual resulta muy útil para reconstruir la vida de Querétaro hacia el final de la época Barroca.



Es la situación de esta ciudad, según se ha dicho, al pie de una cuesta y a la parte del sureste de una espaciosa llanura. Su capacidad es bien grande: las calles, derechas y anchas; las casas, en la mayor parte, bajas, bien fabricadas, algunas tienen un alto, son desahogadas en sus viviendas y por arriba están cubiertas de azoteas, sin verse tejado en declive: cuyo uso es general en las poblaciones del reino, conociéndose en ello haber tomado los primeros fundadores el médodo (sic) de Andalucía. Los barrandales son de hierro, que en aquellas partes es costoso. La calle del Comercio, que es una de las principales por estar contigua a la Plaza Mayor, se hermosea con el crecido número de tiendas que hay en ella, abastecidas abundantemente de toda suerte de mercancías de Europa. Muchas de las casas gozan de la comodidad de fuentes, por haber abundancia de aguas corrientes, que se conducen a la ciudad sobre una arquería de 62 arcos, cuyos claros son como de 18 varas y la elevación de los más altos 20. Es obra moderna, hecha de piedra de un color rojo, siendo de ésta los más de los edificios. Hay además varias fuentes públicas para la comodidad del vecindario.



Tiene dos plazas grandes: la principal en figura cuadrada, en cuyo medio la adorna una hermosa fuente; la otra hace frente al convento de San Francisco. Las casas de cabildo son representación, fabricadas modernamente. Sin embargo de la capacidad de esta ciudad sólo tiene una parroquia y ésta es la iglesia de San Francisco por haberle servido antes a los religiosos de este orden. Hállese ya secularizada y tiene tres ayudas de parroquias. A más del convento de San Francisco hay de Santo Domingo, de la Merced, de San Diego, recoletos de San Francisco misioneros; y de monjas, Santa Clara, capuchinas, carmelitas y beaterio de Santa Rosa: Éste es, así mismo, colegio para la enseñanza de niñas y hay crecido número de colegiales que se crían con la mejor instrucción. Las iglesias de estos conventos son hermosas, ricamente doradas en sus altares y adornadas con el mayor primor, particularmente las de las monjas y entre éstas se distinguen las de Santa Rosa (...)

Viven estas familias (de españoles y criollos) entre bastante decencia y porte, pues se cuentan más de sesenta coches que ruedan, teniendo la comodidad de estar toda la población en llano, hallarse sus calles empedradas y de que se proporcionan varias salidas amenas por las muchas huertas que hay en su circuito, en donde sobresale la amenidad, contribuyendo el temperamento benigno y el riego en las estaciones en que faltan las lluvias.

El carácter de las gentes es agradable: recomendación que es general en todo el reino. Tienen buenas presencias y en el sexo sobresalen las que los distinguen (sic). Continuamente se ve en las calles y plazas bastante concurso de gente, que es señal de estar bien poblada y del tráfico y comercio que tienen.

La gente de mediana esfera y los indios se ejercitan en hacer tejidos de lana y de algodón, fabricando frasadas, paños bastos, lienzos blancos y listados y los que llaman "paños", que usan las mujeres para cubrir el cuerpo desde los hombros hasta la cintura, por cuyo motivo es grande el consumo que hay de ellos.

viernes, 2 de abril de 2010

¿Para qué la historia?

José Félix Zavala

Para comprender por sus orígenes, los vínculos que prestan cohesión a una comunidad humana y permitirle al individuo asumir una actitud consciente ante esos vínculos.

La historia no siempre expresa un interés concreto en nuestro presente y en la comunidad a la que pertenecemos, pero sería de nuestro interés que explicara la condición y el destino de la especie humana tanto en el pedazo del cosmos en que nos ha tocado vivir que por el sentido de la condición humana.

A la historia se le llama maestra de la vida porque enseña a través de los ejemplos concretos lo que puede ser y hacer el hombre. La historia es también una lucha contra el olvido y forma extrema de la muerte.

Herodoto de Halicarnaso, padre de la historia, que en griego significa investigación, nos dice que esta existe para impedir que lo que ha hecho el hombre se desvanezca con el tiempo y que las hazañas recogidas dejen de nombrarse, en último término es permitir que la vida subsista en la consciencia general de la especie humana.

La mayor trascendencia que puede alcanzar la historia está ligada sólo a la historia universal, en donde cada individuo queda incorporado en una comunidad y con la esperanza de que esta historia se ligue a la historia cósmica.

Esto sería en suma el móvil de su historia y su para qué, donde entra la totalidad y la comunidad restringida.

jueves, 1 de abril de 2010

El Arte de la Microhistoria


Luis González y González


Mi práctica microhistórica es breve. Me atemoriza enfrentarme a un auditorio donde hay sabios que han consagrado lo más de su vida a la investigación de su “tierra”.


No sé cómo se atreve a decir algo quien sólo dedicó un año a historiar su pueblo. Por lo tanto no vamos a recorrer un camino hecho y por lo mismo es posible ayudar a construirlo.


Lo he venido llamando microhistoria, pero ni este nombre ni otros con los que se la designa son universalmente aceptados, normalmente la llaman historia local.


Pero aquí lo importante no es el tamaño de la sede donde se desarrolla sino la pequeñez y cohesión del grupo que se estudia.


El título de petite histoire acuñado por los franceses también podría ser un buen nombre, pero los lectores saben que este nombre se refiere a vidas íntimas, crímenes y ejercicios de personajes célebres, por lo que no sería apropiado.


Nietzsche distinguí tres tipos de historias: la monumental, la crítica y la arqueológica, yo me decidí por llamarla microhistoria, enmarcando en ella no la historia urbana o de un país sino la pueblerina. Patria es de uso común, la palabra matria podría acercarse más a mi intento de historiar en contraposición a la historia patria, es decir el terruño o lo que acostumbramos a llamar la patria chica.


Mientras florecía en Europa la microhistoria de sello humanístico, en Mesoamérica se daba algo parecido en moldes diferentes, en dramas y epopeyas orales; se carecía del concepto de historia general y se consignaban sucesos relativos a su comunidad y se rebasaba este estrecho margen cuando se trataba de conquistas en lugares más o menos distantes.


La historia mesoamericana o precolombina es el uso de la microhistoria y es en el occidente en el siglo XIX cuando se genera más microhistoria que en todos los tiempos anteriores de esa parte del mundo.


A mitad del siglo XX el número de microhistoriadores o cultivadores de la historia matria aumenta sensiblemente.


El microhistoriador debe ser un hombre de ciencia pero no al modo burdo del geómetra. Debe ser un hombre que tenga a su alcance archivos y bibliotecas y un buen arte del oficio de la historia regional que durante algún tiempo ha caído en descrédito por la forma de tratarla o de cultivarla recurrentemente por algunos historiadores locales.


El microhistoriador generalmente debe ser un hombre viejo que mira hacia atrás, que pasa revista, que pasa balance, que busca consuelo en otras épocas y evoca el recuerdo; más solitario, conservador, tímido y triste que el promedio de los hombres.